Vaya por delante que una vez más, no iba a podium. Pero si lo llego a saber… Ay si lo llego a saber… Si llego a saber que tenía opciones me lo planteo de otra forma y peleo por la tercera plaza en mi categoría (la de viejunos, de más de 45 tacos). ¡Me quedé a un minuto! Lo que pasa es que de esto me enteré por la tarde, cuando vi los tiempos y clasificaciones en internet. Pero empecemos por el principio. Me apunté a la octava edición de la Botifarunner en enero ya pensando en la temporada de montaña. La primera del año. Luego vendrán otras, y finalmente la grande, la del Montblanc. Esta, la Botifarunner, son 20 km y 1000 m. de desnivel positivo. Rompepiernas. Perfecto para iniciar el año y ver el estado de forma a medio año del gran reto. El día de antes cayó una nevada considerable. El domingo salió soleado, desapareció bastante nieve, y gracias a esto el circuito quedó perfecto para disfrutar como hacía tiempo que no lo hacía en una carrera. Bajé a por el dorsal a las 9:30, y a las 10 de la mañana sonó el petardo que anunciaba la salida. No había calentado. Con esa distancia y sin ninguna pretensión en cuanto a la clasificación, me dije que ya calentaría durante los dos primeros kilómetros, llanos, y cuando empezara la primera cuesta ya iría al ritmo de carrera. Y así lo hice. Salí suave y cuando abandonamos la carretera para internarnos en caminos embarrados, apreté. Bosque de pinos, pista de tierra, nieve a los lados, barro, charcos, sol… idílico. Cuestas, llanos, curvas en plena bajada con nieve en el suelo, derrapajes, resbalones en las subidas… brutal. Llanos que permiten ponerte a 4:15 el km, subidas que te obligan a andar, bajadas que te sacan humo de los cuadríceps… apoteósico. Como me vi bien (cosa que me sucede últimamente), fui a un ritmo bastante majo. Subidas, bajadas, llanos, subida, bajada, subida, bajada... El perfil es algo cabroncete. De los de sube-y-baja. Y así transcurriió la carrera hasta el km 19, a uno de la meta. En ese momento, cuando ya estábamos apunto de salir del bosque y volver al pueblo, el corredor que llevaba detrás durante los últimos 10 minutos me dijo "correr corro poco, pero hago un ruido..." (refiriéndose a sus pisadas) y me pasó. Como si me hubiera dicho simplemente "paso, por favor", o "Qué día tan majo, ¿eh?". Se me activó no se que mecanismo en el cerebro, y en ese momento sucedió algo que jamás me había sucedido: ¡me piqué! La secuencia de pensamientos fue más o menos así: “este tío tendrá al menos 50 años, será de mi categoría. ¿te imaginas que lo veo subiendo al podium? Seguramente no. Seguramente quedaré el 15 o más de mi categoría. Seguramente no estoy ni de coña cerca del podium. Pero… ¿y si sí? Que rabia, ¿no?” Y me fui a por él. le volví a adelantar, y el tipo apretó. Y en ese momento pensé “yo no he salido a podium, pero a lo mejor él si, y sabe que estamos en tiempo! Sino, ¿por qué me pega este hachazo a un kilómetro de la meta después de llevarle detrás tanto rato?” Entonces, apreté más, y en la subida que entra a la plaza en la que está la meta le saqué unos 20 metros que ya no pudo recuperar. Crucé la meta en 2:04:54, y allí estaba toda mi familia esperándome. ¡Que ilusión! Mis padres, hermanos, cuñados, sobrinos, Ana, mis hijos… Hay que decir que había truco, ya que habíamos quedado para comer todos juntos. Una caracolada y butifarrada a la brasa. Ideal después de una carrera como esta. Me cambié, recogí el bocata de butifarra que te dan al acabar, se lo comieron mis hijos (buitracos) y no me quedé a la entrega de premios.
Por la tarde vi las clasificaciones: quinto en mi categoría, a 1 minuto del tercero. El pájaro que me disputó la quinta plaza ya sabía bien lo que hacía, ya. Para la próxima, también lo sabré yo :-)
(todas las fotos aquí)
Jordi
Carreras de montaña
09/03/2016