Como no podía ser de otra forma, me había apuntado hace días al desafío Monte Oscuro, primera prueba perteneciente a las Trail Series de Zaragoza.
No nos vamos a engañar: ese día tenía pocas ganas de jarana. Ya la noche de antes me daba una pereza tremenda. Había transcurrido poco más de una semana del roscón, y estaba un poco cansada. De sólo pensar en la pechada de monte de 24 km que me esperaba, me daban ganas de no levantarme de la cama. Porque por supuesto, me había apuntado a la larga.
A lo que me quise dar cuenta, ya estaba en Perdiguera. Soplaba el viento, y tenía mil dudas de lo que ponerme. ¿Dejarme el corta vientos?¿Manga larga, manga corta? Al final, me quedé con manga larga y Hoko por tema de cuádriceps.
Decidí salir lo más adelante posible. Quería intentar conseguir un ritmo vivo los primeros km, y no pillar demasiado tapón en las subidas, que quería intentar hacer al ritmo más rápido posible. Y arrancamos. Los primeros km me disparé. Iba muy rápido, dejándome llevar por la marabunta, e intentando seguir a Neme, que es una campeona como la copa de un pino.
Y llegaron las cuestas. No subo corriendo las cuestas porque al final no avanzo nada y se me acaba poniendo el corazón en la boca, pero intento subirlas andando lo más rápido posible. Sube y baja… sube y baja…
Me quedé sola enseguida, me quedé sola para pensar en el mundo y para concentrarme en mi misma. Iba concentrada en cada paso, cada piedra. Intentaba respirar el aire puro, intentaba ver el paisaje. Este tipo de pruebas al final son mucho más íntimas. No es como una carrera de asfalto. Aquí muchas veces estás sola, completamente. No te rodea nadie.
Sobre el km 10 o un poco antes alcancé a Mónica Marín. Iba un poco mal, le pregunté que si estaba bien, y me dijo que se iba a retirar, que estaba pocha, y que siguiera. Luego supe que se había desmayado, pobreta. De haberlo sabido, hubiera esperado un poco más.
Para mí fue como un viaje interior. La verdad que me vi mejor de lo que esperaba por la mañana, y los km fueron avanzando mucho más rápido de lo estimado. Mi ritmo medio no era una cosa exagerada, en las bajadas intentaba recuperar y en las subidas mi velocidad bajaba drásticamente, pero al final me mantenía en un promedio de poco más 6 min/km.
Pasado el último avituallamiento, tras una subida que me obligó a ayudarme de las manos, y un poco de cresteo, me alcanzó Jessi, un encanto de chica de Pinseque que también entrena el míster y a la que conocí en la popular de Muel. Iba muy bien, la verdad, y corrimos juntas. Me tuve que parar por el cordón de una zapatilla, y le dije que siguiera. Al final pude alcanzarla, y seguimos trotando juntas.
Enfilábamos los dos últimos km, y le dije lo que sentía de corazón: que me parecía muy feo ponerme a correr como una loca para ganarla, pero que si ella estaba fuerte, que adelante, yo no daba más de mí. Las carreras de asfalto son más machaconas, nadie para, nadie te ayuda. Pero el “trail running” para mi tiene un componente de compañerismo mucho mayor.
Pero el caso es que compartimos esos dos últimos km, y entramos juntas en meta, de la mano, y nos dimos un súper abrazo que para mí fue lo mejor de la carrera.
Y una vez en meta supimos que habíamos sido cuartas. A mí me pusieron cuarta y a ella quinta, pero para mí, tanto monta, monta tanto. Éramos cuartas las dos.
Sinceramente, no lo esperaba, para nada. Es cierto que me encontraba bien y que las sensaciones habían sido muy buenas, pero para mí fue una sorpresa mayúscula haber logrado un buen tiempo entre las chicas. La verdad es que creo que el monte sigue siendo mi asignatura pendiente, pero por lo visto, la fortaleza que había ido logrando me ayudó un poco en la carrera.
Al final, no se trata tanto de qué puesto eres, sino de las sensaciones. Me daba lo mismo la posición, lo más importante para mí fue lo cómoda que me sentí y todas las sensaciones vividas. Soy más rápida en asfalto, pero me gusta el monte, me tira el monte. Lo disfruto muchísimo.
Tengo pequeños retos de monte como la Extepa Trail, pero hay uno grande, muy grande, para el que necesito estar pero que muy preparada: Maratón de las Tucas, here we go… Ya no hablamos de monte, hablamos de MONTAÑA, en mayúsculas, negrita y subrayado.
Si la ilusión no me falta, lo disfrutaremos, claro que sí…