GTTAP 2019, y mi primer abandono voluntario

la_hansen
Carreras de montaña
22/07/2019

Vaya por delante, como diría Jordi, que no me tocó el sorteo de plazas cuando me apunté al GTTAP. No esperaba hacerla este año, pero en esto que suena la flauta, y de qué maneras, y me tocó un dorsal gratuito para la ultra, cortesía de Leki. Y como no me hace falta comer sardinas para tener sed… pues la menda lerenda se iba de cabeza. La filosofía de partida cambiaba un poco, y es que no quería liarla, me faltaban km de entreno, y sobre todo, desnivel. Pero iba sin nervios, porque sabía el recorrido y sabía que pasara lo que pasase, iba a estar bien. Digamos que este año he estado a otros menesteres y no me ha dado para todo, pero bueno…

Esta vez decidí hacer las cosas un poco mejor, y me cogí fiesta en el trabajo el viernes, para llegar más descansada y sin agobios. Objetivo cumplido, me dio mucho mejor tiempo a todo, y a lo que me quise dar cuenta, ya enfilaba hacia Benasque, con el coche de mi padre (el mío está malito, ya veremos lo que le pasa).

Una vez recogido el dorsal y organizada toda la mochila, y tras charlar un rato con Chen Nuño (este año iba requetepreparado y con muchas ganas) me encaminé hacia la salida. Los augurios este año de tiempo eran brutales: no nos hacía falta ni el cubre pantalón ni los crampones. De hecho, decidí ponerme de corto, preferí portar las mallas largas en la mochila, porque con el calor que se esperaba, las mallas de ¾ me hubieran agobiado cosa mala. De mi club sólo corría Fonsi, y en la zona de salida me encontré con Medina, con David Sánchez Gimeno y también con Lorenzo, un compañero de curro pero del turno de noches. También estaba Flora, que después de su gesta en las 100 millas vascas, ejercía de escoba hasta la Renclusa.

La salida como siempre es súper emocionante. Los aplausos de la gente te hacen volar y olvidarte por unos instantes de la tamaña barbaridad que tienes por delante. Salí con ganas y con brío, en el camino vi a Susana, una chica que me agregó por Facebook que ya la hizo hace un par de años.

El tramo hasta la Renclusa no entraña “excesiva” dificultad. Bueno, hay que correrlo, es la primera criba y si no te pilla el corte. Va picando para arriba poco a poco, y este año dejé a un lado el frenesí de la salida del año pasado, y acabé llegando a la Renclusa a las 3 y cuarto de la mañana (algo más tarde que el año pasado), donde estaba Sergio Lanuza como voluntario. Parada técnica, y emprendí el camino a Salenques con muchas ganas. Me junté con Chen Nuño y fuimos poco a poco emprendiendo la subida inicial, el descenso posterior, y finalmente, la subida con cada vez más piedras.

Íbamos muy bien. Este año no había llovido, y claro, era una gozada pisar las rocas sin resbalarse. El resumen de la película es que coronaba Salenques a las 6 y cuarto de la mañana, una hora antes que el año pasado, y dos horas por encima del corte horario. Me encontraba bien y satisfecha de haber afrontado tan bien ese tramo. En Salenques estaba como volunatio Choche, que me recibió con un súper abrazo.

Emprendí el camino hacia el refugio Cap de Llauset. Este tramo SIEMPRE se me atraganta, así que tuve que adecuar el ritmo, lo que hizo que Chen tirara para adelante y me fueran sobrepasando algunos corredores. Vi pasar a Luciana. Poco a poco el refugio quedaba más cerca y por fin a las 9 de la mañana llegaba al mismo. Hice un cambio de calcetines, comí, recuperé fuerzas, guardé el frontal que no hacía falta hace horas, y me puse las gafas de sol. Lorenzo empezaba a pegar de lo lindo. Bebía mucha agua e iba reponiendo sales. En el avituallamiento me encontré con David y compañía. No recuerdo en qué punto, pero mención especial merece un corredor, entiendo que su primera vez en esta carrera, que me decía, mirando el reloj “esto es brutal, me sale un ritmo bajísimo, no sé cuántos km a la hora”. Me eché a reír, y le dije que con saber la hora del día para llegar a los controles, le bastaba y sobraba. Que como pretendiera hacer cuentas de ritmos de min/km, le iban a salir rosarios.

Enfrenté la subida al collado de Ballibierna con ganas y mejor de lo que esperaba a pesar del calor. En tres cuartos de hora alcancé el punto más alto, y nuevamente enfrenté la bajada. Lo de siempre: se me atragantó un poco, pero poco a poco, y con precaución, llegué al refugio de Coronas. En ese momento llegaba el primer corredor de la vuelta al Aneto, que con cierta prepotencia, arrojó los palos al suelo de malas maneras, mientras pedía agua sin un simple por favor. En fin…

Y encaré la subida al pico de Estiba Freda. El calor inicial me castigó cosa mala, hasta que poco a poco las nubes que tapaban el sol intermitentemente me hicieron sacar fuerzas, remontar y subir con brío. Paso, otro paso, y antes de lo que me esperaba, sobre las 2 y media de la tarde, alcanzaba la cúspide. Y cómo no, ahí estaba Ramón Ferrer, lo que me produjo una alegría tremenda. Primera vez que llegaba a tiempo de las fotos en el pico. Repuse líquidos, hablé un rato con Gonzalo de Daroca, que esperaba a un amigo, y a bajar. La ventolera del principio ayudó a mitigar el calor. Hasta que llegué a la parte boscosa.

Foto cortesía de Ramón Ferrer.

La parte boscosa la sufrí. El terreno estaba terroso y seco, y como soy torpe, al intentar bajar se me iban los pies hacia delante en las zapatillas y me golpeteaban el dedo gordo del pie. Me quedé prácticamente sin agua mientras me zumbaban alrededor los corredores de la vuelta al Aneto. Finalmente me alcanzó uno de los escobas (el resto iba detrás), y también Juan, “el señor mayor” que le digo yo de la ultra de Guara y también del GTTAP del año pasado. En el llaneo tuve que caminar, el calor era de justicia. Así acabamos unos pocos corredores de la ultra, entrando en Benasque a través de un pasillo brutal de gente.

Llegué al pabellón de Benasque sobre las 5 y media de la tarde. Ya entré con dudas, porque después del hostión de calor me daba la sensación de que iba a forzar la máquina más de lo necesario. Estuve una hora ahí con Juan (estaba su mujer y sus hijos de apoyo logístico), reponiendo líquidos, lavándome en las duchas las piernas y los pies, cambiándome de calcetines, una uña estaba morada y una ampolla en el lateral del talón ya asomaba. Aun con todo, animada por Pau Jordán, salimos el buen grupo de escobas, Juan y yo. Seguía haciendo calor, mucho calor. Eran las 6 y media de la tarde. Un par de chicas se habían duchado y habían emprendido la salida mucho antes. Los parones en el pabellón son peligrosos y muy tentadores, hay que parar lo justo, eso ya lo sabía.

Juan estaba sudando mucho y vio claro que abandonaba en Eriste. Según decía, había sido tan chulo el año pasado, que no quería fastidiar el recuerdo. Yo también tenía sensaciones encontradas, porque no es que estuviera destrozada (no del todo aún), pero era como un pálpito que me decía que la cosa no iba fina del todo. Difícil de explicar esa sensación que te recorre el cuerpo. Subimos hacia el Molino de Cerler, nos juntamos con Borja, uno de mis escobas en Guara de 2017, y continuamos hacia Eriste. Nos íbamos cruzando con los últimos corredores del Maratón de las Tucas, así como los escobas de la misma. Vi a Marta Bona y a Neme, yo hacía que no con la cabeza como que lo iba a dejar. Wetis (Sergio) ahí estaba en el avituallamiento de Eriste (había hecho la Vuelta al Aneto muy bien), y ahí Juan decidió quedarse. Yo estuve un rato que si si que si no, y finalmente emprendí la marcha, esperando a ver si las buenas sensaciones volvían.

Mientras subía hacia la pista, le pregunté a los escobas hasta qué punto había retirada sencilla. Realmente hasta el parking de Espingatosa, antes de enganchar la subida al Ángel Orús. En el refugio retirarse es complicado, básicamente te tienes que quedar ahí… y bajar cuando puedas. Mil pensamientos cruzaron por mi cabeza. Por un lado, claro que me hacía ilusión acabar. Me gusta terminar estas cosas y estas barbaridades. Por otro lado, tenía una especie de mal fario, como que la cosa podía acabar mal, no me preguntéis por qué pero era como un pálpito. No estaba mal del todo pero… ¿Y si se torcía la cosa? Aún estaba en tiempos de corte, muy al estilo del año pasado, pero con tanta dilación en el pabellón, me había comido toda la ventaja que llevaba sobre el tiempo de corte. Así que aunque la ilusión estaba ahí, el hecho de ya haber hecho la carrera el año pasado, y saber perfectamente la noche que me quedaba por delante, y por la mañana, me echaban para atrás. No me quería ni imaginar lo que sería bajar a Viadós con mi uña toda negra. Por no decir que no haber pagado ni un duro por el dorsal hacía como que menos duelo… Vamos, que hice un ejercicio de racionalidad brutal y de prudencia… Lo que más me penaba es que ya no me iba a cantar Scofield en lo alto de la Forqueta, jejejeje.

Así que tras mucho pensarlo, decidí dejarlo en el kilómetro 70, que ya está bien, ya… Y con algo de pena me encaminé por la pista dirección Eriste otros dos km extra, donde Borja y Wetis me esperaban para acercarme a Benasque, y mientras mis azulillos en el wasap me animaban a seguir (gracias chicos por el seguimiento). Le comuniqué a Ana mi decisión, le dio algo de penilla. Ahí vivimos el momento cero privacidad/vieja del visillo, mientras ella me controlaba por el geolocalizador a ver si estaba bajando bien por la pista. Borja me hizo la gestión de devolver el geolocalizador, y una vez en el pabellón, me duché, y una chica de enfermería me curó la ampolla. Me inyectó betadine y vi las estrellas, y eso me revolvió el cuerpo del todo. Pasé unas horas durmiendo sobre una colchoneta, tomé algo de coca cola, lo que le sentó fatal a mis tripas, y cuando me vi con ganas emprendí la vuelta. Aun con todo paré a mitad de camino a dormir algo más, y por fin, llegué a casa a las 7 de la mañana, donde comprobé que por el camino se habían ido ni más ni menos que 4 kilos. Todo líquido, probablemente. A lo mejor la decisión que había tomado no era tan descabellada.

A la mañana sentía una ligera punzada de envidia sana al ver entrar en Facebook a los corredores escoba con las dos chicas rezagadas y el corredor que me dijo que tenía muy claro que seguía. Envidiaba en cierto modo no estar ahí, pero tampoco me arrepentía de la decisión tomada. Es fácil arrepentirte cuando has dormido, repuesto líquidos, y tu cuerpo vuelve en parte a su ser. En su momento, allá en la pista de Eriste, no lo veía tan claro. Así que, cero dramas. Supe que Luciana había terminado (bien por ella) y que Nuño se retiró en Ángel Orús (lo sentí mucho). David y compañía también se retiraron en Benasque, y Fonsi y Lorenzo terminaron, Lorenzo con un tiempazo brutal

Pero como siempre, esto tiene una serie de reflexiones y conclusiones.

Las reflexiones son evidentes. Se trata de un hobbie, bastante extremo, las cosas como son, y a veces (y hablo por mí en primera persona) se nos nubla la razón por terminar si o si a cualquier precio. La alegría de terminar y superarte a ti mismo es enorme y no se puede describir con palabras. Pero hay que poner en la balanza lo bueno y lo malo, y no terminar a cualquier precio, sacrificando tu salud o integridad. No sé lo que hubiera sido de mí, pero estaba orgullosa de lo conseguido, y del entreno que quieras o no, me había arreado por delante. De no haber forzado la maquinaria más de lo debido lo que quizá hubiera sacrificado el objetivo de más adelante, que es Tena. Objetivo que afronto con más ganas que nunca. Otra reflexión, y esta es cojonuda, es que me ha servido como aprendizaje extra, para no presuponer que un “buen tiempo” son siempre las condiciones óptimas de correr (quién me iba a decir que iba a echar de menos la granizada o las lluvias intermitentes del año pasado). Por ejemplo, a futuro, me llevaré agua de coco para rehidratarme (gracias Irene por el apunte), o me pondré algo en los dedos gordos de los pies para protegerlos, y ya que estamos, atarme mejor las zapatillas para evitar que se me deslicen los pies tanto y acabar con unas uñas dignas del museo de los horrores, jajajajaja. Todo suma y todo aporta.

¿Conclusiones? Pues que me llevaba mucho de lo bueno y poco de lo malo. Por delante me llevo haber disfrutado de Salenques, a la tercera va la vencida, quién me lo iba a decir. Nunca pensé que acabaría gozando trepando rocas como una mona. De kilómetros de lujo, de paisajes increíbles. De voluntarios con francas sonrisas que me hicieron olvidarme del cansancio, gracias siempre. De corredores con los que intercambiaba impresiones. De esos km mano a mano con Chen Nuño, que es un tipo cojonudo lo mires por donde lo mires y noble de corazón. Del súper abrazo con Choche en lo alto de Salenques, qué tipo más majo. De todos los escobas que no cesaban en animarme, de Pau Jordán, esta vez no ha sido, pero ya te digo que volveré. También me llevo por delante unas fotos de lujo en el Estiba Freda, gracias Ramón por estar siempre al pie del cañón. Me pena no haber llegado a que me cantara Martin o al estofado de Viadós, pero el GTTAP me tiene tan conquistado el corazón que si volviera a tocarme un dorsal así de sorpresa o me tocara el sorteo, no dudaría en volver, en volver a poner mi ilusión y mi sonrisa en la línea de salida y en todo el recorrido.

Volveré, fijaos lo que os digo. No sé cuándo, pero seguro que vuelvo. Y recordad darle la importancia justa a los “problemas del primer mundo”, que cualquiera que nos oiga quejándonos de ciertas cosas, nos daría una colleja por ababoles, jajajaja. Soñad, disfrutad, y sobre todo, dramas los justos. Nos seguiremos viendo por las montañas.

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