Como ya sabéis, estaba bastante desanimada desde la Media Maratón de Zaragoza. En realidad, mi desánimo venía de antes. Ni tenía ni la misma ilusión ni la misma motivación por correr, ni por asomo. Yo no veía que lo que hacía me llevara a ningún lado, salvo a la pura obligación.
Y como quien no quiere la cosa… llegó la semana previa al II Desafío Herrerino. Era una carrera organizada por Héctor Gil, corredor del Ebro y además compañero de entrenos. Por supuesto que en cuanto abrieron inscripciones me apunté, a la larga, 25 km. Estaba en aquella época en la que me apuntaba a todo.
La verdad que no me había planteado nada. Tenía los típicos nervios: sobre todo en carreras tipo trail por caminos, temo perderme, no seguir alguna de las cintas y dar más vueltas que un pirulo… nunca me ha pasado pero nunca se sabe…
A la larga estábamos apuntadas unas 75 personas, de las cuales ni una decena éramos chicas. Supe que Neme estaba apuntada. Neme es una maquinica. Es una mujer que hace bicicleta a saco, que entrena muchas veces con mis andandaeh, y que desde que dio el salto al running, lo hace muy pero que muy bien.
Neme sabía lo desanimada que estaba, y lo desmotivada que me encontraba. Sabía que por ejemplo en el Desafío Monteoscuro estaba muy próxima a ella, pero que desde entonces no había tenido las ganas para ni de lejos acercarme. No era mi mejor momento.
Ya desde la semana previa intenté recuperar las ganas y la ilusión. Y parecía que lo estaba consiguiendo. De cara a la carrera, Neme me dijo que quería que yo sacara esas fuerzas que tenía, y que la corriéramos juntas, mano a mano.
Le dije tal cual lo sentía, que me daba reparo que se frenara, que yo la iba a frenar. Y me dijo que de eso nada, que sabía que yo podía, que no aflojara. Que la corriéramos juntas a tope.
Y llegó el viernes previo. Unos cuantos (Elsa, Neme, Medina, Escori, Iván, Ana…) fuimos a dormir la noche previa. Tras la cena, unas cuantas risas, y a descansar.
Y por fin llegó la mañana de la carrera. Tras desayunar y trote previo de calentamiento, nos pusimos en la línea de salida. Decidimos no llevar mochilas de hidratación porque al parecer había bastantes puntos de avituallamiento. Y arrancamos. Arrancamos rápido, muy rápido. La primera subida me hizo arrepentirme un poco de haber ido tan fuerte, pero poco a poco me fui encontrando mejor. Cuando llegamos a la primera bajada, yo ya había recuperado el aliento y el ritmo de mi corazón. Los primeros senderos fueron preciosos, a la sombra de los árboles, evitando el calor y recuperando fuerzas.
Fue en uno de los primeros pasos por el río cuando nos dimos cuenta de que la tercera se aproximaba por detrás, bastante más cerca de los que nos parecía en un principio. Así que decidimos que no nos íbamos a dormir y fuimos a tope, sin parar.
Foto cortesía de Juanjo
Los km pasaban increíblemente rápidos. Las subidas Neme las hacía a pasitos pequeños pero rápidos, yo sin embargo daba grandes zancadas (tengo que aprender su técnica), pero siempre sin bajar el ritmo e intentando controlar la respiración (que no iba mal). A lo que quisimos darnos cuenta, ya estábamos en la subida más dura, la que nos llevaba a la Ermita. La tercera seguía por detrás, a unos 100 metros. Era una chica residente en Inglaterra, que juraba y perjuraba no haberse aclimatado a estos calores. La verdad que la tía se lo curró, las cosas como son.
Nos topamos con los primeros andarines. “Sois las primeras chicas”, nos decían. Aplausos y gritos de ánimo de todos y cada uno de los andarines en el duro ascenso a la Ermita. La verdad que se agradecía, y mucho. “Esas chicas fuertes”, “Ánimo que no os queda nada”, se oyeron a lo largo de todo el ascenso.
Y por fin coronamos la Ermita. Tras pasar por el arco que ahí había, tomamos un trago de agua y comenzamos con el descenso.
Lo hicimos a fuego. Las piernas y las zapatillas respondían, el terreno permitía correr alegremente. La zona inicial de bajada era para volar todo lo posible. Nos encontrábamos bien, a pesar del calor. Yo intentaba inclinarme un poco hacia atrás, que me lo enseñaron en Sin y la verdad que así se bajaba un poco mejor. Y según como fuera el terreno, clavar los talones, porque la verdad que no me queda ni nada para aprender a volar en las bajadas…
Llegamos a uno de los últimos avituallamientos, nos quedaban como unos dos km. El terreno me resultaba complicado con las piedras grandes. Nos topamos con Guada y Jorge el coletas, que iban a por Amelia. Nos animaron, y seguimos. Unas cuantas fotografías de Juanjo y Mónica, y a no perder el ritmo.
Y por fin llegamos a Herrera. En el último giro, nos cogimos de la mano. La gente aplaudía a rabiar, y os juro que me recorrió un escalofrío la piel. Últimos metros, los pelos de punta, y ahí estaba la cinta, al fondo. Atravesamos juntas la meta, de la mano, con las emociones a flor de piel, y muy satisfechas. Neme primera, yo segunda, tanto monta, monta tanto. Vimos a parte de los pupilos, que habían hecho la carrera corta. El míster había ganado la prueba larga y también estaba en meta. Llegó Belinda, la chica de Inglaterra. Vimos entrar también a Elsa y un rato después ya nos marchamos a ducharnos, estaba agotadica. Después fue la comida popular y por último la entrega de premios.
Podio compartido. Belinda, la chica que quedó tercera, se convertiría en amiga poco después.
¿Sensaciones? Innumerables. Felicidad, mucha felicidad. Alegría, satisfacción. Me sentía cansada, pero me sentía genial. Lo había dado todo, pero sobre todo, había gozado la carrera, mano a mano con Neme. No sé ni cómo describirlo. Había sacado las fuerzas de mis entrañas, la rasmia de mi interior, y lo necesitaba, vaya que sí. Recuperar esa fe que había perdido, que la gente me animaba a recuperar. Esas buenas sensaciones, y recordar por qué me apasionaba este deporte.
¿Reflexiones? Otras tantas. Que necesitaba recuperar esas fuerzas y esa ilusión. Que soy más fuerte de lo que creía, y más dura de lo que imaginaba. No soy élite, ni muchísimo menos, ni de lejos, ni siquiera “buena”, pero a mi nivel, doy lo mejor de mí. La lucha es contra mí misma, por tratar de mejorar, por superarme a mí misma. Y me había superado, lo necesitaba poderosamente, testear mi propio cuerpo y ponerlo a prueba. Y también recordar que muchas veces lo mejor de este deporte, es lo que rodea a este deporte. Los ánimos, las buenas palabras, las risas, la compañía. La alegría de la gente que te rodea, las francas sonrisas, las bromas.
Esta crónica sin duda alguna se la dedico a Neme. Si el compañerismo tiene un nombre, es Neme Mendieta Navarro. COMPAÑERISMO con mayúsculas. Los calificativos se me quedan cortos. Eres una máquina, eres buenísima, eres fuerte, eres enorme, gigante, colosal. Pero sobre todo eres buena persona, eres jodidamente genial. Gracias, gracias, y mil gracias. Porque mano a mano y junto a ti he tenido una de las probablemente mejores carreras que he hecho, junto con la del Ebro, tanto en sensaciones, emociones, como en resultados. Obviamente influye la victoria, pero la satisfacción del trabajo bien hecho, y hecho con ilusión, es inconmensurable e indescriptible. Gracias por permitirme recuperar la ilusión y por hacerme ver mi fortaleza. Gracias, porque has hecho que luche, que me motive, que me emocione. He ganado una amiga, y siempre me han alegrado y alegrarán tus triunfos, porque te los mereces, de corazón. Tu calidad como persona se mide más allá de tus victorias. Tu grandeza no se mide por tu tamaño. Eres grande, pequeña. No cambies jamás.
Gracias al grupo de pupilos y al trainer que me impulsan a mejorar, y gracias a mis andadaeh. El último de los entrenos con los azulillos, el martes previo a la carrera, me posibilitó recuperar buenas sensaciones y ganas de correr con todas mis fuerzas el sábado. Sois geniales y unos cachos de pan. Esas cervecitas después de las series del miércoles también fueron muy terapéuticas.
Y mi enhorabuena a los chicos pódium, Jorge el coletas en la prueba corta, Héctor en la larga como local, Iván incombustible y Escori en la larga… La luchasteis, vaya que sí. Mucha alegría de ver a tantos amigos juntos, y mi más sincera enhorabuena a todos y todas, independientemente del resultado y ya por el simple hecho de plantearos el correrla, que ya es muy meritorio. Amelia, enhorabuena, sé que te sentiste loca cuando te apuntaste pero ya has visto que has podido con ello. Amelia, no soy élite, élite eres tú.
Espero que no os hayáis aburrido mucho, y gracias por leerme, de verdad. Un abrazo gigante. Próximo objetivo: aguantar el tipo todo lo que se pueda en los 50km de la TMT. Va a ser un infierno, pero lo intentaremos… Va a hacer calor, sudaré la gota gorda, pero ahí estaremos, dando lo mejor hasta que se pueda…
¡¡Nos vemos en las carreras!! Y por favor, jamás perdáis la ilusión.