Vaya por delante que el tiempo pasa de otra forma cuando estás en pleno berenjenal. Fueron 42 horas, seguidas, sin parar a dormir, aunque parando entre 15 y 30 minutos en los avituallamientos para comer y reponer fuerzas, haciendo más o menos lo mismo todo el rato: correr, andar, beber, comer, subir, beber, bajar, descansar, correr, beber, andar... todo el rato. Toooodo el rato. Solo. En compañía. A ratos hablando. A ratos callado. Sin auriculares. Sin música. Conmigo mismo. De día. De noche. Con modificaciones del paisaje, pasando por tres países, pero a la postre 42 horas haciendo más o menos lo mismo. Y no se me hizo excesivamente largo. En ningún momento pensé en lo que me quedaba por delante o en lo que había dejado atrás. Iba. Simplemente iba, y en un momento dado me planté a 10 km de meta e inicié el descenso hacia Chamonix, un duro descenso por la situación de mis pies que a esas alturas estaban ya bastante tocados por las ampollas y rozaduras. 2 horas y 41 minutos más tarde cruzaría la meta finalizando lo más épico que he hecho en mi vida deportiva: darle la vuelta al Montblanc, (170 Km, 10.000 D+, 42 horas). Esta es la crónica...
Para mi es "la carrera". Una de las míticas que todo corredor de montaña conoce y con la que muchos de ellos sueñan terminar algún día. Por supuesto no todos, que contra gustos no hay nada escrito, pero es de las grandes y atractivas, vamos. Llegué bien preparado. Era mi objetivo de este año y enfoqué mi "entreno" (por llamarle de alguna forma) a llegar a finales de agosto en forma para terminarla de una manera digna. Viajamos a Chamonix un par de días antes para tomar contacto y hacer algo de turismo. El mismo miércoles quedé con Marcos y fuimos a buscar el dorsal. Llevaba mi mochila con todo el material obligatorio que cuidadosamente había introducido en ella, aprovechando todo el espacio disponible, forrando con papel film de cocina cosas como las mallas largas o el pantalón impermeable, para que ocupara menos espacio. Pilas y frontal de repuesto, guantes impermeables, venda elástica, gore-tex, térmica… Cuando nos acercamos a la mesa de revisión, nos dieron una hoja con 4 cosas al azar que había que mostrar en la siguiente mesa: teléfono, buff o gorra, manta térmica de supervivencia y venda elástica de 6 x 100 cm. En principio lo más fácil, pero jodeeeer…. que mala suerteeeeee…. El teléfono se lo había dejado a Ana que se había ido a aparcar. Rápidamente se lo pedí a mi hijo. El buff lo tenía en casa porque lo iba a llevar encima el día de la carrera y no se me ocurrió ponerlo en la mochila. Le pedí uno a Marcos, a quien por suerte no le aparecía en la lista de sus 4 cosas a enseñar. La manta la llevaba. Y la venda, también pero resultó que la mía era de 4 x 100 cm y no de 6. Le tuve que jurar al chico que me compraría una de 6 cm. al salir del control (y así lo hice). Finalmente me dieron el dorsal.
El viernes por la tarde Marcos y yo nos fuimos a dejar las "bolsas de vida", bolsas para poner dentro lo que quisiéramos y a las que podríamos acceder a mitad de carrera, en Courmayerur. De allí nos dirigimos a la zona de salida, dos horas antes. Queríamos estar cerca de la salida para evitar el tapón que formarían los 2300 corredores a las 18:00. Las dos horas se pasaron bastante rápidas. Estábamos con los representantes de los Correcaminos de Alfinden (Ricardo, Gonzalo e Ismael). Hacía calor, pegaba el sol, pero por suerte una nube lo tapó y nos hizo la espera más llevadera. A 20 minutos de la salida aquello vibraba. Era emocionante. Cinco minutos antes de la salida se me empezó a hacer un nudo en la garganta. La música, el speaker, la vista del Montblanc, banderas de distintos países ondeando, la plaza llena de corredores, gente que nos habíamos estado preparando durante mucho tiempo y que íbamos a empezar nuestra gran aventura… Y dieron la salida. Fueron unos 10 minutos hasta que salimos del pueblo. 10 minutos cruzando las calles llenas de gente animando. 10 minutos de aplausos, gritos, cencerros, ruido… 10 minutos que difícilmente olvidará nadie de los que estábamos allí mirando hacia delante, hacia los lados, corriendo y con una sonrisa en la cara que tardaría poco en borrarse.
Marcos y yo íbamos juntos pero sabíamos que cuando empezaran las subidas y bajadas nos separaríamos. Corremos a ritmos distintos, y en este tipo de carreras hay que ir cómodo para no rallarse. La sensación de ir forzado o de ir esperando a otro cuando podrías aprovechar un momento de "subidón" hace que te agobies, y eso no es bueno en carreras tan largas. Pasamos juntos por les Houches, donde estaban Ana y los niños esperándonos para animar (sorpresón!), encaramos la primera subida y bajada y llegamos juntos a Saint Gervais. Allí, ya de noche y con el frontal encendido nos separamos. La primera noche se me hizo muy llevadera. Fui andando un buen rato, unas horas con un chico de Puigcerdà con el que charlando y charlando vimos que teníamos amigos en común. Y me dio el primer bajón, al amanecer, en el "Lac Combal", Km. 66. Hasta ese punto había ido bien. En ese punto la pista era llana, asfaltada creo recordar y la gente iba trotando. Yo no podía. Estuve andando tranquilamente esperando el momento que sabía que llegaría y que haría que volviera a sentirme bien. Y eso ocurrió pocos kilómetros después. A partir de allí, subidas y bajadas y directo a Courmayeur, donde me esperaban otra vez Ana, los chicos y la "bolsa de vida" en la que me había dejado ropa limpia, otras zapatillas, gel para las piernas, etc. Allí estuve parado como una hora. Me curé unas rozaduras que llevaba en la espalda, me cambié y empecé de nuevo. Eran las once de la mañana, llevaba 80 km y el calor era sofocante. En este tipo de carreras hay tres factores necesarios que condicionan el éxito: preparación física previa, fortaleza mental y una correcta alimentación/hidratación durante la prueba. Si uno de estos falla, se va todo al garete. Si no falla ninguno, puede haber otros factores que ya no dependen de uno mismo y que hagan que la cosa también vaya mal: una lesión, una tormenta… cualquier factor imprevisible. En esta carrera abandonó un 40% de los que salieron, eso es más de 1000 corredores. En mi caso, la preparación previa y el "todo cabeza" los tenía controlados. La alimentación consistió en comer en todos los avituallamientos lo que me entraba bien, que era básicamente pan con embutido y queso, sopa de fideos y coca-cola. Poco más probé. Ni chocolates, ni galletas, ni pasteles… De vez en cuando algo de fruta pero la dieta fue poco variada. Y en cuanto a la hidratación, creo que bebí cerca de dos litro por hora, y me tomé una pastilla con sales también cada hora para reponer electrolitos y minerales. Con el calor que hacía era imprescindible beber continuamente, y más en mi caso, que sudo bastante. No fui del 40% que abandonó :-)
La jornada del sábado se pasó rápido. Tuve mis bajones y mis subidones. En la fase de bajón, iba tirando esperando a que me diera el subidón. En la de subidón aprovechaba para correr. Y así llegué a "La Fouly", en el Km 110 y habiendo acumulado 6600 m. de desnivel positivo a las 19:00 horas. Había pasado ya por Francia, Italia y Suiza. Empezaba a oscurecer. Ana y los niños también estaban allí, y eso me animó un montón. Nos despedimos y me encaminé hacia Champex-Lac.
Había oscurecido y nos juntamos un grupito de 5 corredores. Conforme nos acercábamos a Champex-Lac, un pueblecito metido en un valle, empezamos a ver rayos y a oír truenos justo encima del pueblo. La típica tormenta que no hace ninguna gracia y menos cuando es de noche, tienes que ir hacia ella y llevas un tute como el que llevábamos. Llegamos al pueblo y goteaba. Ana y los niños otra vez allí. ¡Menuda tripulación de apoyo! Entraron a la zona de corredores y me ayudaron a aprovisionarme y a quitarme las zapatillas y calcetines para comprobar el estado de mis pies. Me tomé un par de cocacolas, un café, comí mi pan con embutido y mi sopa y me fui al podólogo para que me curara una ampolla en el meñique que me impedía correr. En total estuve 50 minutos en el avituallamiento. Era de noche, llovía y hacía frío. Me puse dos térmicas, el gore-tex y emprendí la marcha, solo. El grupito con el que había llegado se habían ido diez minutos antes porque se estaban enfriando. Mas tarde nos iríamos viendo, a lo largo de lo que quedaba de recorrido.
Me quedaban 46 km y 3000 m. de desnivel positivo. Eran cerca de las 23:00. Una noche por delante. La segunda noche sin dormir. Esto ya sabía de que iba. Lo había experimentado en el Gran Trail del Aneto-Posets. Sabía que mi cabeza empezaría a simplificar todo lo que veía. Que no se esforzaría en interpretar nada de lo que viera y que le asignaría cualquier forma conocida a cualquier cosa que viera y que no estuviera claro lo que era. Empezó antes de lo que imaginaba. De repente me pareció ver un animal parado en el camino, y cuando me acerqué vi que era una rama. Me pasaron cosas similares con las piedras. A diferencia que en el Aneto, me lo tomé con filosofía y pensé "esta vez empezamos pronto". No me explayaré en contar lo que llegué a ver, pero para que os hagáis una idea la porquería que llevaba en las piernas me parecían tatuajes super-currados, dibujos perfectos con animales y caras. En fin…
No dormí nada. A lo largo del recorrido pude ver algún corredor sentado o tumbado con los ojos cerrados, supongo que para vencer ese picor y esa sensación de "¡necesito dormir ya!" tan desagradable. En mi caso, el peor momento fue de 2 a 4 de la madrugada. Fui hablando con algún corredor para mantenerme despierto. Cuando llegué a Trient, había gente durmiendo encima de los bancos. Aunque iba bien de tiempo, decidí no dormir por miedo a quedarme frío y que me costara ponerme en marcha de nuevo. Me tome un par de coca-colas y un café, comí y emprendí la marcha de nuevo. Amaneció en Vallorcine a eso de las siete del domingo cuando "sólo" me quedaban 20 km y 1100 m. de desnivel positivo. Llevaba 37 horas y unas llagas y un dolor de piernas que empezaban a fastidiar. La subida, de 900 metros la hice del tirón en un par de horas porque no dolían las piernas. Era en las bajadas, al retener la pisada. Y la bajada me costó 2 horas y 40 minutos. Llegué a Chamonix, a las afueras del pueblo y allí estaban nuevamente Ana y los niños. Corrimos juntos hasta la plaza. Durante ese trayecto no sentía ningún tipo de dolor. Todo fluía, todo estaba bien. La gente aplaudía, me animaba, me daba el impulso final hasta la meta. La crucé a mediodía del domingo, habiendo completado todo el circuito en 42 horas. ¡FINISHER!
Ya en casa por la tarde y con la sonrisa tonta del que ha terminado una frikada de estas, revisando mis mensajes de whatsapp vi que muchos amigos y familiares habían estado haciendo seguimiento a través de la web de la prueba durante todo el fin de semana y comentando en los grupos como iba, la cara que llevaba (hay videos de los pasos por los avituallamientos), lo que me quedaba… mandaban mensajes de ánimo, hacían bromas… creo que leer esos mensajes de todo el fin de semana fue casi tan emocionante como el momento de la salida y el de entrada a meta. ¡GRACIAS!
Y como siempre, aquí una fotos de la carrera.
página de seguimiento de la pruebaa por el dorsal 730 día previo: el Montblanc
la pareja de Andandaeh
espera con los "correcaminos"
la plaza se val llenandoa pocos minutos, caras de nervios...
gran animación pasado Les Houches
sopa de fideos descanso, y a seguirmi familia esperándome incluso de noche
amanece
Lac Combal
selfi!
avituallamiento amenizado con música en vivo
comida
hidratación
pequeño refugio
el paisaje no deja de asombrarte durante todo el recorrido
a menos de 1 km de metaentrada en metala foto de finishcr
los dos finishers 2016 de Andandaeh
Jordi
Carreras de montaña
04/09/2016