Al publicarse el calendario de 2023, aparecía en medio el Campeonato de Aragón de Ultras en la carrera de Añón Barranco de Horcajuelo, que quería correr desde hacía unos años, en principio en distancia maratón. Un poco convencido por Ramón, un poco por mí mismo, me decidí a apuntarme pese a que las ultras (y no hablo ya de las de 100 kms.) me resultan ya “largas” y se me hace bola pensar en ellas. En realidad luego no lo paso tan mal en carrera, incluso en alguna bien (Canfranc, Somiedo…) pero una cosa es eso y otra que ya no me motivan tanto y que siento pereza e incluso algo de agobio con la preparación física, la logística, el madrugón,…
Vayamos al grano. A las 6 AM se dio la salida. Yo, codo a codo con Javisa que con 65 años y dos meses lesionado, ahí estaba. Inagotable. Me dijo que en 10h. acabaría yo, y él,… a ver si bajaba de 12h. Las previsiones meteorológicas eran de mucho viento y mucho frío por las alturas. Afortunadamente sin lluvia. Por ello, yo salí con térmica y la mejor segunda capa que tengo, gorro, tubular y guantes. En la mochila, otro forrete fino por si acaso y el cortavientos impermeable.
La salida era cuesta abajo. Me hice un lío con el reloj y tuve que ponerlo en marcha de nuevo, lo que me retrasó algo; pero era fundamental llevar la ruta, por si había niebla. Luego remonté al menos para colocarme junto a Javisa. Y al poco, ya subiendo, seguir remontando algunas posiciones. Tras un tapón por un tramo de mini trepada, la carrera se volvió rápida. Muchos tramos de pista y en general buena senda, sobre la que se podía ir trotando salvo que se empinara y la cabeza y el corazón te ordenaran caminar.
Iba amaneciendo y nos dirigíamos hacia las Peñas de Herrera. Bonito telón de fondo. Una vez culminado el ascenso, tocaba bajar hasta Talamantes. Vaya airera. A poco de llegar al pueblo, en llano, una piedra traicionera dio con mis huesos en el suelo; guante roto y golpe en la rodilla. Al principio dolía, luego se fue pasando. En el avituallamiento, algo de fruta, dátiles conguitos y mini bocatas de nocilla fueron las cosas que escogí este día.
Recordaba de la ruta que había un tramo común de ida y vuelta. Ascendiendo de nuevo a las Peñas de Herrera vi bajar escopeteados los que supuse eran los primeros del Ultra. Saludaban muy efusivamente. Cuando llevaba un rato cruzándome con gente, vi caras conocidas y alguna me afectó negativamente porque pensé que si me estaba sacando tanto tiempo, yo no debía ir muy fino. Y no tenía esa sensación. Pero después de repente caí en la cuenta…eran los del Maratón, con dorsales de otro color. Vaya empanada que llevaba.
Tras coronar las Peñas de nuevo, tocaba descenso largo hasta la Central de La Morana, punto medio de la prueba y en el que estaban las bolsas de vida. El último tramo en descenso no era demasiado cómodo para lo que es la carrera. Se me hizo un pelín largo y no llegaba nunca al control. Pero todo llega. No paré mucho. Ni siquiera había dejado bolsa de vida. Comí algo, y mientras masticaba un último emparedado de nocilla, comencé el largo y duro ascenso que nos llevaba al Lobera. Eran unos 12 kms. Y +1.800 mts. de desnivel. Ojo al dato. El ascenso no es técnico, pero duro y empinado, el último tramo por un cortafuegos. A mitad de subida pillé a César Sanjuan, ex compañero de Ingeniería y ultraman (Spartalon, 100 kms. 24 horas,…) Se había caído y llevaba una tirata en la cara. Intercambiamos algunas frases pero se quedó atrás. Supongo la caída le estaba afectando algo. La temperatura iba bajando. El cierzo seguía pegando fuerte. El tramo final, gélido. Escarcha y viento helador. Afortunadamente no pasaba frío, iba muy abrigado. Aún me hice una foto en el vértice y tiré para abajo. Los dos voluntarios, impresionantes.
El descenso al Santuario alternaba tramos de buena senda incluso entre bosque y piso blando de pinaza con tramos de pedrera. Tras pasar por el edificio, se sigue bajando por una pista hasta tomar un sendero que desciende del Circo de Morca. Se me hizo algo largo hasta llegar a la Central, tras la cual nos esperaba el penúltimo repechón.
Acometí este último ascenso largo de 300 metros con la motivación de ser el último, y con el enfado del por qué; vas rumiando que sobra. Pero no es así, la carrera tiene ese perfil. Me pasó un corredor de la zona que me comentó lo bonito que es en otoño, y me señaló una zona con mini pozas. Bonito es, pero a esas alturas solo quieres acabar la subida. Me describió lo que quedaba, y pintaba bien. Pista y buena senda en descenso hasta llegar a la zona baja de Añón. Llegamos al control y a bajar por la pista. Yo había trotado todos los tramos en los que se podía. Y a esas alturas continúe así. Más o menos deprisa, pero corría. Incluso cuando la pista ya no llaneaba sino que realizaba un ascenso tendido, trotaba.
Llegamos a un merendero con las casas del pueblo encima de nosotros. A ver, el pueblo está donde está, pero la salida y meta la podían haber puesto abajo en el merendero y nos hubiéramos librado de las últimas centenas de metros de subida empinada por las calles del pueblo. Yo iba como una moto, pues hacía algunos kilómetros que había visto la posibilidad de bajar de 10h. si mantenía el ritmo. La bajada desde el Santuario había sido más rápida de lo esperado. A poco de meta me estaba esperando Rubén, del club, que me quiso grabar. Yo le saludé pero no paré, para cruzar la meta en 9h. 58’. Muy contento. Con la carrera, con el tiempo invertido, con haber acabado. ¿Será mi última Ultra? Ya sentado mientras recuperaba, me informaron de que había llegado en el puesto 56º y 10º Veterano. En cuanto al Campeonato de Aragón, el 30º y puesto 6º Veterano B. No estaba nada mal para el nivel que había. Objetivo cumplido. El crono había sido bueno y eso es lo que tenía que hacer. Luego ya el puesto depende de los demás.
