ULTRA DE ANDORRA by UTMB

la_hansen
Carreras de montaña
04/07/2024

La ultra de Andorra no estaba entre mis planes, ni pasados, ni presentes, ni futuros. Sí que había oído hablar de ella (Ángel Salvo lo había intentado en alguna ocasión, así como Gerardo, el hermano pequeño de Fernando, mi quinto), pero era una carrera que veía dura y que no me planteaba... hasta después de mi intento fallido de UTMB. Después de intercambiar unos cuantos podcast con Lurdes Palao, estuvimos hablando de la carrera (que pertenecía a UTMB), de los puntos, de los no puntos, de si podía abrirte la puerta a UTMB o no. Yo por aquel entonces no era ni consciente de los puntos que tenía para el sorteo, ni de si me iba a tocar UTMB otra vez, o qué hacer, pero finalmente, allá por noviembre, a un paso de subida de precio, y a punto de agotar inscripciones, me apunté a la ultra de Andorra. A la larga, claro, ya que me ponía... En paralelo, había una de 80km, otra de 50 y algunas más cortas el domingo de ese fin de semana.

Poco después vi que tenía muchos puntos para el sorteo de UTMB (los de la PDA del 2022 y la VDA del 2023). Y me volví a apuntar al sorteo, aunque había jurado y perjurado, herida por la retirada, “que no volvía en mi puta vida”. Y es que los runners, especialmente los Trail runners, somos gente de poca palabra en lo que a no volver a ciertas carreras se refiere. Me apunté al sorteo, y con semejante percal de puntos, me tocó, cómo no me iba a tocar (Borja dixit). Así que los puntos (4) de Andorra no tenían mucho sentido, ni para la repesca, en caso de que no me hubiera tocado el sorteo. Pero apuntada estaba, y sin seguro de anulación (no lo aconsejo). Lo que pasa que me había propuesto “tocar otros palos”, y la idea de participar en carreas no vistas hasta la hecha me motivaba bastante.

Lo que allá por noviembre era una idea fabulosa, se fue convirtiendo en una idea no tan buena conforme pasaba el tiempo. Yo veía que tenía 4 horas de viaje, y me echaba para atrás, veía también que daban 34 horas de tiempo límite (frente a las 36 del año anterior), y me asustaba... No lo tenía nada claro, la verdad. A la carrera iba también Lurdes Palao, así como Samu, con quien compartí gran parte de la Canfranc Canfranc de 2022. Luego además coincidió con demasiados nervios, por temas médicos (no míos), y yo de verdad que no me veía en la carrera. Y es que por muchas carreras que haya hecho de 100 km, el run run es inevitable. Me estaba poniendo nerviosa.

Con respecto al tema del alojamiento, como no tenía nada claro, a lo que lo miré, Ordino (desde donde se salía) estaba a tope o por las nubes. Yo me planteaba tres opciones: Andorra la Vella, La Massana, y La Cortinada. Los dos últimos estaban a apenas 2-3 km de Ordino. Por otra parte, la organización ofrecía un servicio de autobús para corredores que conectaba Andorra, La Massana y Ordino, pero no La Cortinada. Luego me acordé de la vez que fui a Andorra con Raúl, y que aparcar era un culo pero que muy grande, que si residente, que si de pago... Intenté buscar información ya que, al fin y al cabo, yo iba a dejar el coche por muchas horas. Me costó encontrar datos, y hablé con María Dolsa, a la que conocí en la Trail Cat, y que vive en Andorra, de qué lugar era más recomendable. Y finalmente, hablando con Xavi Moré (al que conocí en la Canfranc de 2021), me dijo que me iba a su casa. Le consulté porque había corrido hace poco la Travessa d'Encamp organizada por OTSO. ¿Qué tienes casa ahí? Así es, tenían un apartamento un poco más arriba de La Cortinada, se iba con la familia (mujer y dos hijas) ese finde, porque además así veía el ambiente de carrera, ya que él había corrido alguna de las ediciones de cuando no pertenecía a UTMB y se llamaba “mític”, y me traía y me llevaba a la salida.

Resuelto el tema de dónde dormir, intenté ir mentalizándome del recorrido. Y en ese sentido, Xavi fue de inmensa ayuda. Mediante video llamada, me estuvo explicando, con todo lujo de detalles, los pormenores de cada tramo, donde la joya de la corona era la subida (y bajada) al Comapedrosa, el techo de Andorra. En qué tramos tendría que aflojar, cuál convenía aprovechar... El recorrido tenía cosas cambiadas con respecto a las versiones “Mític” que había hecho, que eran mucho más bestias que el nuevo recorrido. Bueno, quizá tuviese alguna opción.

No quedaba ya casi nada para la carrera, cuando la organización decidió hacer un cambio de recorrido: debido a la presencia de hielo y nieve en la cumbre del Comapedrosa, decidieron obviar esta cumbre, haciendo unas leves modificaciones para mantener más o menos los km, aunque el desnivel total pasaba de 6800 a unos 6400 metros (que luego no me salió eso, pero eso es otra historia). Este cambio, que en otras circunstancias me hubiera hecho lamentar perderme esa cumbre, me dio esperanzas: si el recorrido mejoraba, y evitaba el canchal de piedras del Comapedrosa, a lo mejor hasta podría tener suerte, y podía acabar en tiempo. Por otra parte, se activaba el kit de frío: debíamos llevar una segunda capa adicional (opté por una chaqueta de forro polar fina), gafas protectoras (las Dynafit fotocromáticas me valían para todo, y es que, como le digo a Paula, “con buena picha, bien se jode”), y calzado cerrado (eso siempre).

María Dolsa corría la carrera como decisión de última hora, ya que en principio iba a hacer de escoba de uno de los tramos, y finalmente, le cedieron un dorsal. Ella me dijo que su previsión era de unas 30 horas. A mí con tal de acabar, me daba lo mismo, no pensaba en horas, pero por curiosidad, me miré en la aplicación Live Trail lo de las 30 horas, me generé las horas de paso por los puntos de control estimadas, me hice unas capturas de pantalla y me las guardé, aunque no las miraría hasta mucho después. Edgar, a quien también conocí en la Trail Cat, estaba de escoba en uno de los tramos, pero como le dije, ojalá no lo viese (spoiler: no lo vi).

Quien no podía venir a correr al final era Ángel Salvo, le habían surgido unos temas ineludibles, así que le dije que yo me encargaba de recogerle el dorsal y la bolsa, para que al menos lo tuviese de recuerdo.

Y a lo que me quise dar cuenta, llegó el viernes previo. Esa semana había adelgazado de puros nervios, me tenía que ir desde el curro, ya que la entrega de dorsales era hasta las 8 de la tarde, y mi cabeza, que no para, andaba pensando en si no llegaba, en si el coche fallaba, y esas cosas que no me quito de la cabeza y que van a más con los años (que no perdonan). También es cierto que el kaput que me hizo el motor allá por el año pandémico, justo antes de salir de viaje por Francia, no ayuda. Todo lo tenía preparado al milímetro, con las dos bolsas de vida, aunque la intención primera era centrarme en la segunda, y en la primera perder el tiempo justo. Pero por si acaso, por si llovía, por lo que fuese, llevaba de todo.

El viaje desde mi curro discurrió sin incidentes, salvo un radar (puesto a la contra de mi dirección), que juro y perjuro que pasé por debajo de 90, pero que me hizo ver un destello rojo, que aún sigo pensando si no llegará una multa. Y es que hasta Lérida todo fue fetén, pero a partir de ahí el camino se complicaba un poco, ya sea por radares, por tramos, por coches, etc. Cuando por fin atravesé la frontera, ya me vi un poquito más cerca. Eso sí, pude comprobar in situ que dormir en Andorra la Vella hubiese sido un fiasco: mucho tráfico y mucho estrés. Lo mismo en La Massana, atascado hasta límites insospechados. Vamos, que, puestos a elegir, me hubiera quedado con La Cortinada. Porque, total, hasta hubiese sido capaz de caminar los 2 km de distancia hasta la salida.

Una vez que llegué a Ordino (eran más o menos las 6 de la tarde), y visto que el parking de la entrada estaba lleno, fui siguiendo unos carteles hasta toparme con un parking cuya barrera habían abierto como cortesía. Lo metí ahí, sin saber ni dónde estaba. En Andorra no podía usar los datos, si no quería que me crujieran. Me puse a caminar hacia el centro, y finalmente, acabé caminando junto a una pareja hacia la zona de recogida de dorsales.

La recogida de dorsales fue rápida, también pude recoger el de Ángel. Me entregaron un dispositivo GPS que debía llevar conmigo. Di una vuelta rápida y me conecté a la wifi para avisar de que había llegado. Me di una vuelta por la Expo, chafardeando por los distintos stand, como el de OTSO, y hablé con mis padres. Xavi vendría algo más tarde, sobre las 20:30, así que descansé un poco en un banco.

Hice una vuelta de reconocimiento para ver dónde era la salida, dónde se dejaban las mochilas de vida, dónde se recogían una vez terminada la carrera, las zonas de descanso... Todo estaba muy a mano. Incluso mi coche, que creía que estaba lejos, estaba a un tiro de piedra. Mientras esperaba, me encontré por la calle con Carmen Palacín, lo cual fue una sorpresa mayúscula. La había visto en Arguis, en la perimetrail, y no esperaba verla por ahí. No corría, pero acompañaba a unos amigos. Uno de ellos fue uno de los corredores con los que hablé en la carrera, y que había intentado varias veces el Gran Trail Aneto Posets Algún día lo logrará).

arco de salida

Arco de salida, foto mía

Ya llegó entonces Xavi con la familia, fuimos al parking, y fuimos hacia el apartamento. Aparqué en su plaza (que era grande), y ya dejé ahí el coche hasta mi vuelta a Zaragoza. Subimos al apartamento, un rincón de desconexión precioso. Cené ligero (me conozco, y tengo que estar vacía), y me eché a la cama lo antes posible (que al final fue sobre las 23:00). La cama era comodísima, y no podía haber más tranquilidad en el entorno.

Dormí bien, pero de aquellas maneras, ya que estaba nerviosa. Poco después de las 03:30 me levantaba, me tenía que preparar. Me puse mis mejores galas, iba de corto, con manguitos, y un cortavientos (el chubasquero lo guardaba en la mochila). Llevaba unas New Balance Fresh Foam Hierro v6, modelo ancho, las había comprado de liquidación en Total Sport, en Zaragoza, y confiaba en que no me machacarían los pies y las uñas que me quedaban más de lo que ya estaban (consecuencia de la Ultraperimetrail de Nueno, pero sobre todo de las Adidas Terrex que esperaba no ponerme nunca jamás). Me tomé un café, y ya me fui con Xavi a la salida, me llevaba él. Aparcó a la entrada de Ordino (permitían dejar los coches a un lado de la carretera), y caminamos a la salida. A nuestro paso, coches y más coches, algunos con colchones en su interior, en lo que seguro había sido el dormitorio de unos cuantos corredores. Frontales, bastones, trotes ya para entrar en calor... Los nervios me daban vueltas en el estómago.

Dejé mis bolsas de vida en una furgoneta, y fui hacia el corralito de salida, donde comprobaban básicamente que lleváramos encendido el GPS de seguimiento. Yo por fin llevaba mis bastones Back Diamond, le había puesto una nueva punta a uno de ellos, tarea que tenía pendiente desde noviembre pasado. Me despedí de Xavi, y me metí en la marea de gente (éramos 636 corredores en la salida). Pude localizar a Lurdes (faltó foto), pero no a María. Me coloqué de manera aleatoria en medio de los corredores, sin conocer a nadie más, intercambiando palabras nerviosas con los que tenía alrededor. Me quité el cortavientos porque la temperatura ambiente no era mala, y me imaginaba que entraría aún más en calor en cuanto me pusiera a correr. Yo miraba de soslayo a los corredores y corredoras, siempre me pasa que los veo muy fibrosos, y me parece ser un bicho raro en medio de esa marea de gente.

Sonó “Thunderstruck” de AC/DC, y nos dieron la salida, eran las 5:00 de la mañana, y por delante tenía unos 106 km de recorrido. Los primeros ritmos eran fuertes, llevados por la marea. La gente corría mucho para coger posiciones, y evitar los atascos que poco después vería. Correteamos por Ordino, fuimos paralelos al río a la altura de La Cortinada, ahí vi a un corredor que había estado en la Trail Cat (y me recordaba) que iba fuerte, corriendo pasaron algo más de 3 km, y llegado un punto, cruzamos la carretera, y nos pusimos a subir por un camino estrecho, ahí empezó el atasco.

primera subida

Comienza la subida

Xavi estaba justo en ese sendero. Se conocía muy bien esa subida porque formaba parte de sus entrenos habituales por la zona. Ya me había avisado de que picaba bastante, y así fue. El sendero se estrechó, y el ritmo cayó drásticamente.

Yo tiro mucho en las subidas. Cierto que no me quería quemar de primeras, pero como iba un poco agobiada con los cortes horarios, tenía ganas de tirar más, lo cual era francamente complicado, con la fila que había. Además, los adelantamientos en subida son complicados (especialmente al principio de carrera, con todo el grueso de corredores, ya que parece hasta que “sepa malo”), nada que ver con las bajadas (si estorbas, el agobio puede ser considerable, y también “sabe malo” si atascas). Poco a poco, y con ayuda de los bastones, que para algo los llevaba, fui subiendo. Aproveché alguna apertura del camino para adelantar alguna posición, que puede que fuese una tontada, pero me conozco de sobra bajando. Todo aquello que ganase, bienvenido sería. Llevábamos los frontales, pero el día ya clareaba. El sendero discurría entre árboles hasta alcanzar Coll de les Cases, ahí llegamos a una zona de claro.

En el km 6,4 se produjo la primera modificación del recorrido: en lugar de un llaneo que nos llevaría a pasar junto a las Bordes dels Prats Nous, subimos un poco más, pasando por el Pico de Percanela (2495 m), y posteriormente descender hasta las bordas. No, no es que recuerde palmo a palmo los nombres, es que he ido reconstruyendo todo aquello que recorrimos a golpe de gpx studio (y lo que he aprendido). En este tramo de subida estuve charrando con Elena Vera, una mallorquina, corredora veterana, que había estado unas cuantas veces en Chamonix, corriendo la UTMB y también la TDS. Ya había hecho la ultra de Andorra el año anterior, en unas 26 horas o algo más, lo que me indujo a pensar que, más pronto que tarde, nuestros caminos se separarían. No era pesimismo, era realismo.

cambio 1cambio 1 bis

Primer cambio en el recorrido

En lo alto hacía algo más de fresco, algún corredor se paraba para colocarse el cortavientos. Opté por seguir como estaba, era soportable y en nada empezábamos a bajar. La bajada tomaba un lateral de la colina, la gente iba loca, y yo, como siempre, pisando huevos. Iba dejando pasar de cuando en cuando, aunque en general, no me atosigaban y aprovechaban las partes del sendero que se abrían para pasarme. Finalmente, después de algún tramo de llaneo, alcanzamos el Refugio Pla de l'Estany, km 12,7 aproximadamente. Eran las 8 de la mañana, y no terminaba de saber si iba bien o mal. Cuando yo llegaba, Elena salía del avituallamiento. En la que yo creía que era la cumbre del Comapedrosa, un mar de nubes nos daba a entender que, de haber subido, hubiéramos pasado frío.

refugio pla l'estany

Llegando al refugio Pla de l'Estany, foto mía

En el avituallamiento recargué botellines, bebí coca cola, y me puse tibia de trozos de Twist. Sin más dilación, salí del avituallamiento, después de intercambiar impresiones con una corredora que vería luego alguna vez más. Y justo cuando salía del avituallamiento, me encontré con Samu, al que no había visto hasta ahora. En el fragor de la carrera, había olvidado que él también corría. Compartimos parte del camino, él iba con un par de amigos. Aquí venía la segunda modificación del recorrido: en lugar de subir al Comapedrosa, hacíamos un descenso por un sendero “bueno” hasta el km 14 y subiríamos hasta el km 16, punto del segundo avituallamiento.

cambio 2

Segunda modificación del recorrido: en rojo el original, en azul el que hicimos

El sendero de bajada permitía correr y recuperar, pasando muy cerca de la Font de la Coruvilla, la del Moixó y la Borda de les Agunes. Y ahí nos pusimos a subir hacia el refugio. Dejé atrás a Samu, que esperaba a sus amigos. La subida la llevé bastante bien. Atravesé Collet de Comapedrosa, y ya por fin alcancé el refugio del mismo nombre, a 2222 metros de altitud (km 16, aproximadamente).

refugio comapedrosa

Refugio de Comapedrosa, foto de la web

Este avituallamiento estaba en el interior del refugio. Recargué nuevamente botellines, bebí coca cola y comí algo. Algunos corredores aprovechaban a sentarse un rato, pero yo no me quería parar demasiado (me estaba quedando fría). Pero aproveché las mesas para guardar el frontal hasta nuevo aviso (las gafas de sol las llevaba a mano). Eran las 9:17, y seguía sin hacerme a la idea de si iba bien o mal. Había fila en los baños del exterior (y parece ser que alguien encerrado), así que usé los baños “exteriores”. Samu se quedó por ahí, y yo seguí el camino.

Comenzaba una subida, corta pero intensa, a lo alto de un collado. Los corredores apenas hablaban, y en ese punto concreto, yo no me podía encontrar mejor. Con una temperatura ambiente de lujo (ni frío ni calor) empecé a subir a paso vigoroso, concentrada totalmente. La subida era hasta el km 17,7, hasta alcanzar una zona de cresta, muy amplia, considerada “zona de silencio”. El sendero comenzaba a descender, y aunque no iba muy rápida, el camino era bastante bueno. Alguno de los adelantados antes en la subida, me pasaban en la bajada. Pasamos junto al “Cable Car Top Station Pal – Arinsal Resort” (vamos, la parte alta de un remonte), tomamos un camino vertiginoso de descenso hacia la parte inferior del cable car, y alcancé una zona asfaltada, un parking, donde nos animaban. Si mal no recuerdo, vi ahí a Xavi, que me dijo que iba muy bien. María estaba por detrás, pero no la había visto aún.

Un tramo de asfalto nos llevó enseguida al avituallamiento en el Restaurante de Coll de la Botella, km 22,5. Eran las 10:34, y el corte horario era a las 12:15. Por fin pude hacer cuentas, y esa casi hora y tres cuartos por encima del corte horario, me dieron paz, mucha paz. Hice una visita al señor roca, y aproveché a lavarme las manos con jabón, uno de esos placeres indescriptibles en medio de una ultra.

coll de la botella

Restaurante Coll de la Botella, foto de la web

El avituallamiento estaba ubicado en la terraza del restaurante. Comida a tutiplén, unos bol de Nutella que me daban ganas de coger una cuchara sopera (me unté una tostada, y me puse de Nutella hasta las cejas, literalmente), kit kat, coca cola... Aproveché la coyuntura para coger fuerzas, y guardar alguna cosa más en la mochila. Me enfrentaba a 15 largos km de bajada hacia Andorra la Vella, y quería ir con brío.

Xavi me había contado que la bajada era larga, que se hacía algo pesada, y que salvo un tramo puntual algo más pedregoso y lento, que después podría correr sin problemas. Comencé a bajar, un poco más lento al principio, descendiendo poco a poco, el calor iba en aumento, aunque alguna nube daba tregua (la temperatura no podía ser mejor). Bosque de La Cabanella, collada Montaner, un giro a la izquierda y el camino se abrió considerablemente... los km iban pasando, hasta que alcancé Sispony. Ahí había un avituallamiento adicional, que en realidad era para la carrera de 80 km (cuyo recorrido compartía algún tramo a la contra con la nuestra, pero que se diferenciaba notablemente). Bebí un vaso de coca cola y cogí dos gominolas. Algún corredor me pasaba zumbando al lado, al grito de “paso”, sin darme casi ni tiempo a reaccionar, e imaginé que eran corredores de la de 50 km, probablemente la cabeza de carrera.

La civilización se veía, desde Sispony cogimos un camino lateral, cruzamos el río Montaner, atravesamos los grandes viales por pasos inferiores, y tomamos un camino paralelo al Río Valira del Nord, precioso. Yo trotaba todo lo que podía, alternando con caminar. Atravesé el pasaje Rec del Solà, pasé junto a la Font de la Grella, y alcancé el asfalto de la capital. Era un poco chocante corretear en medio de una ciudad imparable, con vehículos, transeúntes y curiosos. Había voluntarios y policías que nos abrían el paso en los pasos de cebra, ya que era un tanto caótico de tanta gente.

De repente vi a lo lejos a Carlos Echeveste, el hijo mayor de mi profesor de Historia de cuando estudiaba BUP. Me levanté las gafas, le dije “¿Tú por aquí?” y le casqué dos besos como dos soles. Y entonces se puso a hablar en francés, yo me quedé toda loca, y me di cuenta de que no, no era Carlos Echeveste. Juro que se le parecía. Debió de flipar con mi entusiasmo...

Así que hui de la escena del crimen, y seguí correteando hasta Parc Central, ubicación del avituallamiento y de la primera bolsa de vida. Era aproximadamente el km 37-38 (con el cambio de recorrido, la cosa cambiaba ligeramente), pero lo más importante, eran las 12:57. El corte horario era a las 15:00, lo que ya me estaba dando un margen de dos horas sobre el corte. No podía estar más contenta. Elena me había comentado en carrera que en este punto era un poco peñazo el tema de dónde dejar la bolsa de vida, pero al parecer, habían cambiado la ubicación del avituallamiento, por lo que todo estaba mucho más a mano.

parc central

En azul, la nueva ubicación del avituallamiento. En rojo, la del año anterior

Mi intención era parar lo justo. Cogí mi bolsa, yo llevaba ropa completa de cambio, pero aparte de que tampoco tenía mucha intimidad, ya que estábamos al aire libre, tampoco lo vi necesario. Es más, mi única intención era cambiarme los calcetines, y resulta que justo eso no lo había metido en la bolsa. Así que bueno, examiné mis pies, mejor de lo que esperaba, y me volví a encasquetar los mismos. Parece ser que las New Balance estaban “respetando” las maltrechas uñas que me quedaban. Xavi me había contado que sus New Balance (las v7) habían colapsado por completo en la Trail Cat, pero las mías, un modelo anterior, tenían la suela de un único material, lo que hizo que aguantasen el tipo.

Arramblé con unas cuantas chocolatinas (más alguna extra “por si acaso”), me pimplé unos cuantos trozos gigantes de Toblerone (como los de los Duty Free, que para algo estábamos en Andorra), y bebí coca cola como si no hubiera un mañana. Es más, me llené uno de los botellines de coca cola, que me lo estaba pidiendo el cuerpo. Al poco de llegar, vi a los acompañantes de Samu, y justo cuando me iba a marchar, llegó Samu. Poco después de las 13:15 yo dejaba el avituallamiento, y ya no lo volvería a ver en carrera.

Salí fuerte del avituallamiento, con ganas de afrontar el siguiente tramo, de subida hasta Pessons, dividido en tramos. Yo llevaba grabado a fuego el tema de los cortes horarios; sabía que el del refugio Fontverd era a las 17:15, y lo llevaba muy metido en el coco porque sabía que el año anterior habían neutralizado a Ángel Salvo por 5 minutos, y no quería pasarme. En su caso, el corte era a las 7 de la tarde, porque habían salido más tarde, y además, había cambios en algunos tramos. A ver, las dos horas de margen pintaban muy bien, así que todo eso que había ganado, gracias también al evitar el Comapedrosa.

En este tramo volví a ponerme a la par que Elena. Ella seguía asegurando que el tiempo que estaba haciendo me llevaba a menos horas de las que creía, pero me costaba imaginarlo. Hablamos de todo un poco, de medicamentos, de dolores, de bastones, de técnicas de bastoneo, de UTMB, de la estrategia en carrera, de la mala idea que era parar en Courmayeur (lo que corroboraba la lección que aprendí el año pasado). Me decía que no tenía cuerpo, pero sí estrategia. Yo creo que es mucho más fuerte de lo que se imagina, porque, además, en las ultras, la experiencia es un grado. ¡Lo que tenía que aprender yo de ella! Me habló de su tendón de Aquiles, que de cuando en cuando le daba la lata, y de sus intenciones en esta carrera de mejorar el tiempo del año pasado. Pasamos por la Urbanización la Plana, y tomamos el sendero precioso que atravesaba las bordas de Entremesaigës, Ràmio y de L’Estall.

Poco a poco fuimos salvando los 7,5 km hasta el refugio Fontverd (km 45,4), con sus 854 metros de desnivel. Corredores franceses, italianos, españoles... Apenas cruzaba un saludo o unas palabras, concentrada en la subida. En este tramo nos metimos brío. Por eso, llegar al refugio a las 15:04 fue una alegría, ya que se seguían manteniendo esas dos horas de margen sobre el corte (17:15).

refugio fontverd

Refugio Fontverd, foto de la web

Comí algo, esta vez plátano, y me volví a llenar uno de los botellines con coca cola, que no me había ido mal (y eso que el botellín se hinchaba cosa mala efecto del gas y de la altura). Elena, que iba como un tiro, salió antes, me dijo que ya la pillaría. No me entretuve mucho más, además hacía algo de fresco y no quería ponerme el cortavientos (no todavía), pero la verdad que no la llegué a alcanzar, aunque la iba siguiendo en la distancia. Había que alcanzar el refugio de L’Illa (km 52,5), ubicado a 2488 metros, a 7 km de distancia y tras salvar 590 metros de desnivel.

camino illa

Vista atrás, camino de refugio de L’Illa, foto mía

Tanto este camino como el anterior eran preciosos, ya me lo había comentado Silvia, la mujer de Xavi, y tenía toda la razón. Bosque, agua, vegetación, un refugio no guardado (el de Riu dels Orris) ... La subida se hacía bastante llevadera. Alcancé el refugio a las 16:41, y la organización había establecido el corte horario a las 20:00. Es decir, habían ampliado el margen en este punto, lo que me hizo ganar una hora y 20 sobre el corte horario. Lo primero que hice fue ir a un baño químico del exterior, que la verdad que daba gloria verlo (gloria de la mala), pero estaba yo para exquisiteces.

refugio illa

Refugio De L’Illa, foto de la web

A continuación, pasé a la terraza del refugio, donde estaba el avituallamiento (que no en su interior). Elena estaba sentada, descansando un poco. Me acerqué a ella y le dije que estaba flipando con el margen. No sabía si podría mantenerlo (era consciente de que quedaban las bajadas “malas”, y de cómo bajo, por no hablar de la noche). Hasta ahora había seguido a su par, e imaginaba que se me iría ya a partir de ese punto. Y así fue: Elena alcanzaría meta 4 horas antes que yo (que se dice pronto). Lo dicho, que valía mucho. Comí algo, recargué botellines, y me quise poner el cortavientos en el pasillo del interior del refugio (me había parecido ver a corredores). Pero teníamos prohibida la entrada (era sólo para clientes), y la verdad que me saltó un resorte por dentro, “malacostumbrada” que estoy a los refugios de otras carreras, donde puedes pasar dentro o incluso utilizar los baños (los de verdad). Es cierto que la temperatura acompañaba, pero bueno, que no digo nada, y lo digo todo.

Me puse el cortavientos, por delante unos 10 km hasta el siguiente avituallamiento, con 600 metros de subida y unos 650 de bajada; tocaba subir al collado de Pessons, a casi 2800 metros. Realmente el fresco no fue para tanto. Es cierto que había ratos de más fresco, pero lo que picaba para arriba te hacía entrar en calor. Poco a poco, y con parsimonia, los corredores que me rodeaban y yo fuimos alcanzando la parte más alta de ese tramo. El paisaje se abría ante el horizonte y era majestuoso. Iba con Elena, que me comentó creer tener a una corredora de su categoría justo detrás.

Tocaba bajar, ahí ya le perdí la vista a Elena del todo. Xavi me había comentado que la primera parte de la bajada era algo mala. Pedregosa y terrosa, zigzagueaba vertiginosamente. No tuve muy claro si era mejor llevar los bastones o no, pero al final acabé bajando con ellos. La de corredores que me llegaron a pasar en este tramo... Poco a poco fui alcanzando la parte inferior, pero el camino no era mucho mejor. Piedras, agua, algo de barro, en medio, eso sí, de un paisaje espectacular, lleno de lagos (estany del Cap dels Pessons, de Les Fonts, Rodó, Forcat, Primer...) Yo iba a paso burra, llegué a tener a un francés pegado detrás, que llevaba crema solar en la cara como si no hubiera un mañana, le dije que pasara, pero no quería. Metí el pie en barro, entre piedras, y es que, como ya me había avisado también Elena, había que tener cuidado de dónde se pisaba. Me llevé también un par de roces con alguna roca, pero nada reseñable.

Alcanzado “Estany Primer”, llegamos a un signo de civilización, el Restaurante refugio de los lagos de Pessons.  A estas alturas, km 57 más o menos (mi reloj marcaba más), el camino había mejorado notablemente. Pasamos junto a una zona “urbanizada”, con un gran parking y algunas construcciones: central de Neu de Petavit, restaurante de Pessons, el Hotel Grau Roig (ya podría haber sido ahí el avituallamiento, pero se iba a hacer de rogar un poco más) ... Todo esto correspondía al sector de Grau Roig de la estación de esquí de Grandvalira. En el parking, una mujer en una furgoneta ofrecía agua, a mi me quedaba aún para tirar hasta el avituallamiento. Comí parte de una de mis barritas, los avituallamientos estaban tan bien surtidos que prácticamente había tirado de ellos. Es más, no había metido más barritas en la mochila (salvo los geles de cafeína, esos los llevaba todos), ya me apañaría con la comida de los controles.

grau roig

Sector de Grau Roig

El sendero, después de haber bajado, picaba nuevamente hacia arriba. Cruzando por una campa de césped, fuimos ascendiendo hasta lo alto del Puerto de Envalira que es puerto de montaña con carretera más alto de los Pirineos, con 2409 metros de altura sobre el nivel del mar. No, no lo sabía, me lo ha dicho Wikipedia. Pas de la Casa quedaba a nuestra derecha, pero nuestro destino era el Hotel Pic de Maià, avituallamiento del km 63 y ubicación de la segunda bolsa de vida. Eran las 20:06 cuando fiché, y el corte horario estaba establecido a las 12 de la noche. Con cuatro horas de margen, me podía permitir el lujo de descansar un poco. Ya se podía decir que había hecho un poco más de la mitad (al final resultó ser la mitad, pero eso es otra historia).

Fui a por mi bolsa de vida, en el interior del hotel había una marea de corredores, ubicados en sillas y donde buenamente podían, junto con acompañantes, algunos de ellos. No eran las mejores condiciones, así que decidí pasar al baño, donde me cambié completamente de ropa, y aproveché a recargar un poco el reloj, que aguantaba todavía el tipo. Los cambios integrales de ropa cuando estás sin duchar no me entusiasman demasiado (con camiseta y calcetines casi me hubiera bastado), pero era una forma de resetear la mente y afrontar la noche, que estaba al caer. Estuve un rato hablando con la misma corredora que ya había visto al principio de carrera, Eva María Ávila. No lo sabía, pero sería la tercera de nuestra categoría, que compartíamos. Lo mismo me hubiera dado, ya que me acabó sacando dos horas.

Intenté comer algo, pero por no esperar, ya que había fila apara la comida caliente, opté por recargar simplemente agua e irme con lo justo. Dejé la bolsa, y en ella metí el cortavientos. No cogí más barritas, todos los geles de cafeína los llevaba conmigo. A partir de ahora me ponía el chubasquero Montura, que tiene bolsillos y es canela en rama (requete probado en la Trail Cat 100). Iba de corto, con mallas justo por encima de la rodilla, X-Bionic, y la térmica era el mismo modelo que ya había llevado, pero en otro color, que total, si me había funcionado hasta ahora, para qué hacer experimentos.

Salimos del hotel Eva y yo, aunque ella tomaría la delantera. Tocaba subir al Pic de Maià, 2615 m, pasando junto a una zona de antenas. El viento ululaba en la parte de arriba, y las luces del día iban bajando de intensidad. Un mar de nubes sumergía algunas partes bajas de la zona. Llegué a una zona de cresteo cómodo y muy amplio, atravesando Collet d'Ortafa y el pico del mismo nombre, dividido como en partes. Yo intentaba trotar, mientras veía a corredores alejarse en el horizonte, pero el cansancio se iba notando, y me tenía que aclimatar a la nueva temperatura, que había bajado notablemente.

Yo llevaba la chuleta de tiempos habitual. La original que me hice reflejaba los km y desniveles de la página web del evento. No obstante, cuando chequeé el libro del corredor, vi que había algunas diferencias, y las trasladé a una nueva chuleta. No lo sabía, pero había ligeras diferencias en km y desnivel, lo que me indujo a engaño en este tramo y el siguiente. De primeras, se supone que tenía 15 km hasta el siguiente avituallamiento, y me pareció una barbaridad.

Después de un rato de llaneo, tocaba bajar. Y digamos que se me hizo de noche, en todos los sentidos. Yo ya había sacado el frontal a pasear, y definitivamente guardé las gafas de sol, que para rato verían la luz. Alcanzado Pas de les Vaques, fue cuando el sendero comenzó a descender. Se juntó el cansancio acumulado, y que me costó un rato gordo acostumbrarme a las sombras chinescas que proyectaba el frontal al iluminar las hierbas. Poco a poco, fui descendiendo por el camino, entre piedras, césped y agua. Sintiéndome torpe y patosa. A mi derecha quedaba el lago de Baix de Siscaró. Al fondo, el refugio de Siscaró. No recuerdo verlo, aunque Xavi me lo nombró, así que probablemente estaba ya demasiado oscuro y yo demasiado empanada. Algún corredor me iba alcanzado, pero el grueso de corredores se había ido espaciando considerablemente. Me parecía estar al final de los corredores, aunque margen había sobre el corte horario. Atravesé agua, pasé junto a la cascada de Siscaró, y poco a poco el camino fue mejorando. A mi me daba la sensación de que me quedaban mucho para los 15 km, así que algo no me cuadraba, porque además ya había descendido bastante.

Alcancé por fin una pista bastante buena, y pasé junto a signos de civilización. Un cartel ya anunciaba el avituallamiento, y juré que ponía que era hacia la izquierda. Seguí corriendo, completamente sola, y mosqueada por no alcanzar el avituallamiento. ¿Se me habría pasado? ¿Igual era lo de atrás y no me había dado cuenta? Retrocedí sobre mis pasos hasta que llegó un corredor al que le pregunté. Por supuesto, era francés y no entendía ni papa, y yo me desesperaba. Al final, me dijo en inglés que seguro, seguro, que el cartel señalaba en nuestra dirección y que ponía que faltaban 2 km al avituallamiento. Eso ya me cuadraba más. Parece ser que la chuleta que yo llevaba era incorrecta, este tramo era más corto de lo que esperaba, alegría para mi en ese tramo (pena para el siguiente, pero bueno). Lo que yo había visto atrás y que había “confundido” con el avituallamiento era el restaurante la Oveja Negra...

Fuimos corriendo, viendo cada vez más cerca las luces del avituallamiento. Una corredora francesa, de origen asiático, se puso a nuestra par y hablar con el chaval (no sé si se conocían), pero tomaría la delantera.  Ya por fin alcanzamos el Refugio Borda Les Reineres d'Incles, km 75,5, un lugar muy pintoresco de día (que no era lo que estaba viendo ahora). Eran las 23:25 de la noche, y el corte horario estaba establecido a las 4 de la mañana. 4 horas y media sobre el corte, y eso que había bajado como el puñetero culo. Bien, pintaba bien, no me vendría mal de cara a la noche.

incles

Refugio d’Incles, foto de la web

En este avituallamiento me llevé la grata sorpresa de encontrarme con Xavi y su mujer, me habían estado esperando. Me dijeron que iba muy bien, aunque había un tramo que se nos había atragantado de manera generalizada, la bajada desde Pessons. Xavi me contó que María se había tenido que retirar en Andorra. Después supe por ella que estaba pachucha, con fiebre, y que tiró hasta donde pudo. Sin conexión de ningún tipo, yo carecía de referencias. A Samu ya no lo había visto más veces, y confiaba en que siguiera en carrera, al igual que Lurdes.

Yo tenía el estómago un poco de aquellas maneras, vamos, que no me encontraba mal, pero estaba hasta el cimbel del batiburrillo que le había ido metiendo. Así que opté por tomar caldo (no sé si Aneto u otro, pero caldo, al fin y al cabo), que sería mi mayor aliado toda la noche. Me lo serví en mi vaso de silicona (no es el mejor recipiente), mientras observaba como le petaba el vaso al corredor de al lado, fruto del calor del caldo. Me senté lo justo, me quité alguna piedra de las zapatillas, fui al baño (químico) y ya me despedí de Xavi y Silvia para adentrarme en la noche más oscura.

Por delante, el camino hasta el Puente Tibetano. Mi chuleta me decía que era un tramo corto y de poco desnivel, pero la realidad era bien distinta: los km de menos del tramo anterior, había que sumarlos a este tramo. Además, había una ligera modificación del recorrido, que nos hacía subir un poco más y dar algo más de rodeo. No, si al final iba a salir bastante desnivel.

cambio 3

En rojo, mi track, y en azul, el track del 2023

El sueño me empezó a atacar pero bien una vez que dejé la carretera y comencé a ascender en medio del bosque. Al final, el madrugón y el cansancio estaban haciendo mella. Íbamos unos cuantos corredores, y en un momento dado abandoné el camino para cerrar los ojos un poco. Era tan incómodo (no había sitio bueno) que no llegó ni a cinco minutos, lo suficiente para seguir. Me había tomado un gel de cafeína de los que me dieron en la maratón de Zaragoza, pero no me terminaba de hacer efecto, y recurrí a uno de Victory Endurance, que son lo que de verdad me funcionan. Me tomaría uno tercero en un momento dado de la noche que ahora no recuerdo.

Me fui recomponiendo mientas el camino seguía subiendo. Tocaba un tramo de bajada, a la altura de Planells d’Entor. En este tramo coincidimos tres corredores, uno de ellos de Zaragoza. Fue con diferencia el tramo más confuso de todos. Había escasez de cintas, y las que había, no estaban en el camino marcado y que parecía más evidente y que el track de mi reloj corroboraba. Uno de los corredores creyó que alguien las había movido a posta, y no se fiaba del descenso hacía el lateral izquierdo, pero según el track, era por ahí. Al final acabamos metidos en un bosque, y la confusión se hizo mayor, cuando la similitud de los árboles me hacía pensar estar viviendo el día de la marmota. El tramo boscoso fue lento, y pesado, la senda se perdía a veces (que fuese de noche no ayudaba). El corredor que tenía la delantera acabó pasando más rápido, y los otros dos me dijeron, sin compromiso, que si quería ir con ellos, pero que, si era capaz de tirar más, que para adelante. Yo en ese momento justo me iba, pero bueno. Creo que fue un tramo de apenas 2 km, pero me pareció una eternidad.

Alcanzamos signos de civilización, la confluencia de dos carreteras, la de d’Entor y la del Plans del Ransol. Cerca estaban los pueblos de Ransol y el Tarter (no lo sabía), y yo pensaba que el puente tibetano era inminente, pero no era así. Seguimos señales, las de la 105 k, ya que había señales de la carrera de 80 que parecían ir en dirección contraria (cuando comparé los tracks, lo entendí). Cruzamos la carretera, y comenzamos a ascender nuevamente por un camino. Era interminable.

confluencia

Confluencia de las carreras de 105 (rojo) y 80 km (azul)

El camino intercalaba tramos breves de subida, con algo de bajada y llaneo. Yo quería adivinar dónde estaba el puente (porque imaginaba que no estaba iluminado), y quería pensar que nos llevaba “al otro lado”, donde creía ver algún foco puntual que yo atribuía a corredores. Hacer cábalas en medio de la noche, cuando no tienes ni la más remota idea de por dónde va el camino, es imposible. Alcanzamos unas viviendas a la altura de Les Plans, y seguimos avanzando, alejándonos de los que yo creía que era “el otro lado”. Le eché un ojo al track, y ahí sí que lo vi inminente, estábamos a punto de alcanzar el puente.

noche

La noche me confunde

En mi imaginario, yo atravesaba el puente tibetano de Canillo de día. El corte horario de este tramo era a las 7 de la mañana, así que, en mi mente, ese puente lo cruzaba más de día que de noche, y nunca hubiese imaginado que lo estaría atravesando a las 3 y pico de la mañana. Pero así fue: uno de los puntos más emblemáticos, y no veía una pija. Pero nada de nada. El puente tiene que ser bestial de día, pero de noche, parecías estar precipitándote en la nada más absoluta. No tuve ni piteras a sacar el móvil, por si se me caía entre algún travesaño. El puente estaba bien armado, pero impresionaba, os lo digo yo. Fui corriendo de aquellas maneras por cruzar lo antes posible. Lo que no sabía (y me acabo de enterar) es que estaba pasando por la patilla ese puente (lo acabo de ver en la web). Pues si lo llego a saber, me recreo un poco más, aunque no se viese rien de rien, que diría la Edith Piaf.

puente tibetano

Puente Tibetano de Canillo y el lugar que sería nuestro avituallamiento. Imagen de la web

Mis compañeros iban más a la marcha, y no tardé en alcanzar el otro lado del puente, donde unas escaleras de madera me llevaron a una caseta de madera, que era el avituallamiento, km 86, aunque creo recordar que mi reloj marcaba más bien 89-90. Eran las 03:26, estaba molida. Pasé al interior, y una voluntaria me ofreció comida, y pedí caldo Aneto, a ser posible en vaso normal, porque mi vaso no se sostiene y es una mierda. Por fin pude poner cara a mis compañeros, hasta ahora no les había puesto rostro porque, aunque los había mirado a la cara, con los frontales nos deslumbrábamos mutuamente. La organización establecía el corte horario en este punto a las 7 de la mañana. El anterior era a las 4, es decir, que te “daban” tres horas para este tramo. Yo, sin embargo, había invertido casi 4 horas, y es que, como digo, es el tramo que más se me atragantó, con diferencia.

En el avituallamiento, algunos corredores se habían refugiado dentro, tapados con mantas. Alguno dormitaba y otros tenían intenciones de abandonar. Me quedaban como 20 km, alguno más, y evidentemente, a esas alturas, no tenía intenciones de abandonar. Aun habiéndome comido una de las horas del colchón horario, no me veía mal. Me permití el lujo de cerrar los ojos unos 5-10 minutos. Tampoco es que lograra dormirme del todo, porque en el banco de madera no cogía posición buena. Pero al menos descansé un poco, y mientras tanto, aproveché para recargar otro poco más el reloj (con eso aguantaría hasta el final). En modo track consume mucha más batería.

No recuerdo a qué hora exactamente salimos del avituallamiento, pero supongo que serían cerca de las 4 de la mañana, algo antes. Preguntamos cuánto quedaba, se supone que 10 km al siguiente avituallamiento y otros 10 a meta. ¿Y desnivel? En mi reloj, habíamos cumplido de sobra. El voluntario en cuestión puso cara de circunstancias, como disculpándose porque realmente quedaba una subida potente, como si él tuviera la culpa. No tenía la culpa el pobre mozo, pero lo que yo le decía, qué necesidad de decir menos desnivel del que nos salía, si al final lo ibas a tener que hacer igual. Pero vamos, es un clásico.

Me estaba quedando fría, así que tomé la delantera en el repecho, mientras dejábamos las luces del avituallamiento. Intenté marcar un buen paso, pero se hacía lo que se podía. Yo calculaba que nos llevaría unas 4 horas alcanzar el refugio siguiente, porque a ese ritmo, estábamos cubriendo unos 2,5 km por hora (al cualquiera que se lo digas flipará con la lentitud). No me fui mucho. Ahí estuve hablando con los dos chicos (David y Luis Pedro). El maño, Luis, completaría con esta su ultra número 56, creo recordar. Así que las siguientes horas fueron intercambio de anécdotas varias, sobre las hechas y no hechas, las más duras o las más sencillas. Un búlgaro se puso a nuestra par en la subida, aunque luego tomaría un poco la delantera. A estas alturas, estábamos como para apretar el paso.

Todavía era de noche, pero se adivinaba, recortado en el horizonte, a dónde nos llevaban nuestros pasos. Hubo un tramo de llaneo, pero las luces de los corredores esta vez no inducían a engaño, y subían y subían a un collado, el Coll d’ Arenes, el que tanto me había nombrado Xavi. La subida era lenta, sin prisa, pero sin pausa, y las primeras luces del amanecer nos alcanzaron cuando estábamos casi en lo alto del collado.

No sé cómo describirlo. Lo alto del collado ofrecía un paisaje inhóspito y a la vez hipnótico. Piedra pequeña, como lascas, suelta. El aire soplaba con ganas en el punto más alto, y juro que fue el momento en el que pasé más frío. Tras un cresteo por una zona ancha, tocó tomar el lateral de la montaña, por un camino inclinado, de lascas, en el que había que ir con cuidado. Yo estaba pelada de frío, me soplaba en las manos con la esperanza de que entrasen en calor, y apreté un poco el paso (tampoco mucho) para intentar no quedarme tiesa, mientras me calaba el buff hasta las orejas. Que vale que soy hija de Odín y del mismísimo cierzo, como he dicho en alguna crónica, pero tela con el viento. Por detrás tenía a los dos compañeros, y de cuando en cuando, nos pasaba algún corredor. Uno iba ataviado con pantalón largo y hasta un plumas (recordé que Xavi me dijo que, después del frío que había pasado en alguna carrera, él siempre llevaba consigo un plumas comprimible).

bajada

Comenzamos a bajar, y ahora de verdad

En collada de Ferreroles comenzamos a bajar, porque esta vez sí que era verdad que habíamos subido todo lo que teníamos que subir. Un poco complicado al principio, el camino se fue haciendo más decente, aunque la problemática ahora mismo era el cansancio acumulado. Dejamos atrás las piedras, cada vez había más vegetación, y también más agua. Lago del Estanyò, también el río del mismo nombre que hubo que cruzar. Yo seguía helada, así que me encasqueté encima la chaquetilla de forro polar, que para algo llevaba el kit invernal. Lo suyo hubiera sido ponerme esa chaqueta entre la camiseta y el chubasquero, pero no tenía ganas de quitármelo, así que tal cual me lo puse encima, me daba lo mismo las pintas que llevara.

En una de las cruzadas del río, Luis se resbaló con una roca, y cayó de medio lado, empapándose en parte. Se mojó los guantes, y no sabía qué hacer con ellos, así que le di una de mis bolsas zip para que los guardara. Poco a poco, fuimos bajando cada vez más. Yo según mi reloj, llevaba como 6800 metros de subida, y desde luego que aún quedaba hasta completar ese total de bajada. Ahí comenzó el festival de la meada, ya que no hay ultra en la que, en un momento dado, generalmente en la segunda noche, no me entren ganas de mear continuamente, cada 15-20 minutos, ya sea efecto del frío, de las sales ingeridas, o de lo que sea. Me había tocado ahora.

Conforme pasaban las horas, mejor se estaba, y conforme fuimos alcanzando cotas más bajas, más iba subiendo la temperatura (el reloj me había marcado unos 6 ºC en el collado). Y por fin, lo vimos a lo lejos, el refugio de Sorteny, km 94, como si de un oasis se tratase. Bueno, lo de los km es un decir, porque yo creo que ya me marcaba 100 km. Eran las 7:58 de la mañana, y el corte horario estaba establecido a las 12:00, por lo que habíamos recuperado el colchón de 4 horas. La organización daba para ese tramo unas 5 horas, pero se había dado un poco mejor.

refugio sorteny

Refugio de Sorteny, foto de la web

Pasamos al interior. Yo aproveché a recoger la chaqueta que lleva encima del chubasquero, la metí en la mochila a rebullo, total, iba a ir todo a la lavadora; también podría haberme quitado el chubasquero, pero no estaba templada del todo. Fui al baño, cómo no, y de paso me miré al espejo, a ver qué careto llevaba. No daba demasiado miedo. Me atusé un poco el pelo, que estaba pelín desbarajustado del aire del collado. Tenía las tripas de aquellas maneras, pero estables, y me llevé un bocadillo pequeñito para la meta, ahora mismo no me entraba. Me bebí entera una lata de Aquarius. ¿Y cuánto queda? 10 km... En realidad 11, bueno, 11,7. Puñetas, entonces no eran 10, sino casi 12. Me iban a salir 110 a este paso. Se supone que la bajada ya era buena, y que teníamos hasta un tramo de llaneo, justo el tramo que habíamos hecho al salir el día anterior por la mañana.

En el exterior, me quité las zapatillas para sacarme las piedrecillas, y sin excesiva dilación, salimos con ganas para afrontar los últimos km. La estrategia era intentar trotar si el terreno lo permitía, para ganar tiempo, para soltar las patas, y para llegar lo antes posible. En mi caso, todo aquello que ganase, lo podría invertir en descanso antes de volver a casa.

Cogimos un tramo de pista, pero enseguida lo abandonamos, la alegría duró poco, y tomamos un tramo del sendero del Esquirol. Alcanzamos asfalto a la altura de “el Serrat”. Después, otro tramo de camino. No se podía correr mucho porque había tramos embarrados (eso ya había pasado en ciertas partes de la carrera). Mientras tanto, seguíamos hablando de carreras: Luis contaba anécdotas de las primeras GTTAP, y me dijo que, para él, esta ultra (la de Andorra) pasaba a ser top 3 de dificultad, precedida por Canfranc y Aneto Posets. Yo no lo tenía tan claro, es más, dentro de ese top 3, en el que coincidía con las dos primeras, yo ponía la ultra de Tena, supongo que por no haberla terminado en dos ocasiones (y no sé si me veo capaz dentro de las 24 horas que dan). Aunque claro, por querer y poder, me veo que puedo, otra cosa es dentro del tiempo estipulado. Esta ultra (la de Andorra) se me había hecho hasta “llevadera”, supongo que por todo un poco: por evitar Comapedrosa (me quedará la duda), porque yo esperaba ir mucho peor, o porque al final, acabo aprendiendo. Tener un colchón de horas da mucha tranquilidad y seguridad. A los 100 km más o menos les tengo pillado el tino. Por supuesto, no menciono todas aquellas de Picos de Europa: Cainejo, GTPE, Travesera y similares, que no es que las vea difíciles o imposibles, pero los estrictos tiempos de corte me las plantea inviables, de momento (y lo lejos que están esas carreras). Además, que son terrenos muchas veces embarrados, y bajadas muy empinadas, y yo soy muy pato para eso. Con Luis, por cierto, había coincidido en la Ultraperimetrail de Nueno (no lo sabíamos), y él a su vez había ido a la par que Carmen y Paula Figols (tras el enriscamiento de Paula), así que, de paso, se llevó un book entero de fotos de Ramón Ferrer, que estaba justo ahí cuando ocurrió todo.

Pasamos por les Salines, cruzamos la carretera para tomar un camino, y dejamos a mano derecha Llorts, tomando la denominada ruta del Ferro. Era un camino totalmente llevadero y transitable, con familias paseando, que me había dicho Xavi. A aquellas horas, sin embargo, no había muchos caminantes.

el serrat

El Serrat

Yo de verdad que quería correr más, pero mi trote no era muy veloz precisamente. Casi todo lo compartí con mis acompañantes. Tuve que volver a parar a mear un par de veces, como poco. Y finalmente, me adelanté un poco más, creyendo que podría mantener un ritmo algo más alto. A mi par, algunos corredores, frescos como lechugas: eran de la distancia de 20 km. También me pasaba, trotando como si no hubiera un mañana, algún corredor de la ultra, incluso una pareja de franceses. Yo hacía lo que podía, milagros... a Lourdes.

Pasé cerca de Arans, al otro lado estaba el apartamento de Xavi, y por fin alcancé La Cortinada, punto de confluencia con el arranque de la carrera. Echaba la vista atrás, por si veía a mis acompañantes trotar más ligero, pero no los vi. Volví a ver al francés que había confundido con Carlos, ya lo había visto una vez más, me sonrió y me dio la mano, debía de pensar lo simpática que era de dar tantos besos... A mi me sobraba ya bastante la chaqueta, pero es que por no andar parando y quitando, ya me daba un poco igual.

confluencia 2

Punto de confluencia con el camino del principio

Club de golf, Ansalonga, Sornás, y cruzamos al otro lado de la carretera, para entrar a Ordino a través de un camino lateral. A mi paso, algún transeúnte aplaudía, animando en lo poco que quedaba Ya lo veía, ya, ya oía al speaker, y ahí vi a Xavi, que me estaba esperando. Me puse a su par, mientras intercambiaba impresiones fugaces de la impresionante carrera.

Dejé de caminar para correr un poco entrando en la meta. Por fin alcé los brazos, cruzando el arco de meta en 29 horas, 49 minutos, ni en mis mejores sueños hubiera imaginado ese tiempo.

Me reuní con Xavi, atenta a megafonía por si mis compañeros aparecían. Debía de estar muy espesa, porque no oí sus nombres, y entraron apenas dos minutos después (si llego a saber que estaban tan cerca, hubiéramos ido a la par). También es cierto que habíamos acordado entrar de uno en uno para tener nuestro momento de gloria en meta. Fui a por mi camiseta finisher, que mi buen esfuerzo había costado. De ahí fuimos a la zona de recuperación, pero no paré en ella, porque la verdad que en esos momentos no tenía ni gota de hambre.

Fui a recuperar mis bolsas de vida. El chaval que las guardaba me dio una (la segunda) y le dije que teníamos dos. Le dije mi dorsal: 547. Fue hacia las bolsas. ¿Cuál es tu dorsal? Así dos veces, hasta por fin recuperar la segunda. El chaval estaba más espeso que yo. Me conecté rápidamente a la wifi, y felicité a mi hermana, era su cumpleaños. La idea original hubiera sido escribirle desde un refugio, pero entre la imposibilidad de usar los datos, y la falta de cobertura, no había podido hasta ese momento. Samu llegaría a meta unas dos horas y media más tarde, así que lo consiguió. Y supe que Lurdes había tenido que retirarse en el primer avituallamiento, por culpa de una rodilla que le llevaba dando la lata tiempo (ahora está en fase de recuperación, que es lo bueno).

De ahí nos fuimos al apartamento. Yo estaba molida, y tras hablar un poquito, tuve que ir a descansar. Me duché, y me eché a dormir. La idea original era una hora, pero no cogía postura con el dolor de patas, y acabé rendida dos horas. Cuando me levanté, Xavi me preparó algo de arroz, y sólo tomé eso, para tener las tripas un poco controladas.

Después de unas cuantas impresiones de la carrera y un rato de charreta, me fui a terminar de preparar las cosas y a organizarlo todo un poco, con la intención de salir de ahí sobre las 15:30. No es que tuviese prisa, Xavi y su familia no se iban hasta la tarde, pero tenía 4 horas de viaje, y quería llegar a una hora decente a casa, ya que había que aprovechar todo aquello que le había ganado al crono. Me puse a revisar las bolsas, y busqué una chocolatina “extra” de la primera bolsa de vida. No había ninguna. Empecé a alucinar (¿está confiscada?), metí la mano, un vacío tremendo, y una toalla guarra. Mi cara era un poema hasta que logré procesar la información, junté las dos neuronas que aún andaban operativas, y me dio por mirar el número de dorsal: 543. ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? Me habían dado la bolsa de un tal Vincent Michel, un señor francés que lo mismo estaba camino de Francia con mi bolsa, aunque no tenía mucho sentido.

Entré en pánico, en mi bolsa había una equipación completa X-Bionic, y bajé toda nerviosa. El pobre Xavi, que lo pillaba comiendo, me llevó de nuevo a Ordino, ahí fui corriendo (ni agujetas ni leches) a la zona de bolsas de vida (eran las 15:45 y se supone que a las 15:30 cerraban). Estaba abierto, pero no había nadie, salvo unas pocas bolsas colgadas, me puse a mirar y no veía la mía. Empecé a hiperventilar (no merecía la pena, lo sé) y fui pitando a la zona de picnic post carrera. Había un señor de seguridad, y cuando empecé a explicar atropelladamente, me calmó, era francés, pero chapurreaba español. Fuimos otra vez a las bolsas de vida, de camino vi a lo lejos a Elena Vera con su marido, le dije que estaba pendiente de las bolsas, y esperaba poder parar a hablar con ella después. Sí que estaba mi bolsa. Yo llevaba la del francés y aparte, la otra bolsa de vida mía, pero vacía. Me pidió DNI o algo para identificarme, y como no me lo había traído (no había caído), le acabé enseñando el mail con la inscripción y mi nombre. Ahí ya la recuperé, y salí para reunirme con Xavi, me esperaba en la calle con el coche, ya no pude parar a hablar con Elena. La bolsa del francés la dejé ahí, y me pregunto si iría a por ella, porque él realmente abandonó en el Hotel Pic de Maià, a eso de las 10 de la noche (eso no lo sabía, pero lo vi más tarde).

Vuelta al apartamento, esta vez por fin terminé de empaquetar todo, y salí más o menos sobre las 4 de la tarde, pelín más tarde, y con calma. Paré a echar gasolina (en Andorra, que vale menos), y me tomé con calma la vuelta, no quería regalitos sorpresa de ningún radar. Llegué sobre las 8 de la tarde a casa, y por fin pude atravesar el umbral de casa y llegar a mi “refugio”, junto a Raúl, que es siempre el objetivo de semejantes berenjenales.

Me costó un poco recuperar el sueño (los días siguientes no terminaba de dormir las horas que necesitaba), pero lo curioso es que de piernas me recuperé antes que después de la Perimetrail, en la que el calor me hizo sufrir más desgaste. Cuando me dio por mirar las capturas de pantalla de la aplicación Live Trail, con los pasos de tiempo teóricos para las 30 horas, vi que, en líneas generales, los había cumplido, aunque había tramos que me habían salido muy bien (los de subida) y otros que no tanto. Ángel me dio la enhorabuena por WhatsApp, y me dijo que él había hecho una estimación para esos tiempos. Confío en que el año que viene podrá sacarse esa espinita.

Y así terminaba mi aventura, una aventura plagada de paisajes espectaculares, de los que me hacen querer volver, tranquilamente, y con Raúl. De avituallamientos que te daban la vida, de voluntarios amables y cariñosos, preocupados porque estuviéramos lo mejor posible, de refugios que eran todo un descubrimiento para mí, de buena gente, Elena, la mallorquina veterana que es un pozo de sabiduría (me acabó dando las gracias por la técnica del bastoneo, y eso, viniendo de una experta como ella, es todo un honor), así hasta completar 112 km y casi 7000 metros de desnivel positivo, que al final me salió todo eso y entre subida y bajada y espera que queda un poco más, y espera que te tienes que subir a esa loma, las cuentas no me salían.

Una carrera de la que estaba muy contenta, y muy orgullosa, por qué no, porque el cuerpo había funcionado, porque había salido tan bien, y eso que probablemente hubiera margen de mejora. De 460 que finalizamos, terminé en el puesto 378, la 25 de las mujeres y las 5ª de mi categoría. Que, si digo la verdad, en realidad daba lo mismo, pero he de reconocer que estoy más acostumbrada a estar más bien al final, en el vagón de cola (aunque las dos últimas GTTAP haya terminado en unas 35 horas, 3 horas encima del corte).

Cierro esta crónica dando un agradecimiento especial a Xavi y a su familia (Silvia y sus dos hijas). Por acogerme, por tratarme tan bien sin apenas conocerme, por abrirme las puertas de vuestro refugio, por hacérmelo tan fácil. A Xavi por el apoyo logístico, ánimos en carrera, traslados, y por esos consejos tan valiosos que fueron clave en carrera. De verdad que infinitas gracias, ya lo dije en las pinceladas de la crónica, pero lo repito: en Zaragoza tenéis una amiga. Muchas veces, nos focalizamos en las carreras, y no nos damos cuenta del tesoro de gente que tenemos alrededor.

Una nueva muesca más, una experiencia más que suma en este camino a UTMB.

PUNTO DE PASO

VELOCIDAD

CLAS.

DÍA/HORA DE PASO

TIEMPO DE CARRERA

1.305 m START LINE_ORDINO

- km/h    -

 

Sa. 05:00

00:00:00

2.088 m Refugi Pla de l'Estany

4.24 km/h

432

Sa. 08:00

03:00:42

2.235 m Refugi Comapedrosa

3.04 km/h

441

Sa. 09:17

04:17:45

2.062 m Coll de la Botella

5.20 km/h

435

Sa. 10:34

05:34:58

1.013 m Parc Central

6.31 km/h

459

Sa. 12:57

07:57:37

1.869 m Refugi Fontverd

3.53 km/h

409

Sa. 15:04

10:04:01

2,458 m Refugi Illa

4.38 km/h

375

Sa. 16:41

11:41:53

2,383 m Hotel Pic Maia

3.12 km/h

395

Sa. 20:06

15:06:47

1,790 m Incles

3.56 km/h

363

Sa. 23:25

18:25:57

1,892 m Pont Tibeta

2.66 km/h

358

Do. 03:26

22:26:39

1,969 m Sorteny

2.41 km/h

363

Do. 07:58

26:58:18

1,332 m FINISH LINE_ORDINO

4.10 km/h

378

Do. 10:48

29:48:59

 

Estado: Finisher (460 finalizados + 176 abandonos)  

Clasificación: 378      

Clasificación F: 25     

Clasificación 40-44W: 5

Último punto: Do. 10:48   FINISH LINE_ORDINO       

Tiempo de carrera: 29:48:59

Velocidad: 3.61 km/h

Somos un grupo deportivo, aficionados a diversas disciplinas como el running, trail running, ciclismo de carretera, btt, triatlón, montaña... Puedes contactar con nosotros, participar en nuestras quedadas, entrenamientos y seguirnos además en las redes sociales.
 

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