Vaya por delante que lo había advertido. En mi último post escribía "Llego en forma, preparado, pero sin la motivación que tenía para el Aneto o para la del Sobrarbe. Con ilusión, pero sin la necesidad imperiosa de terminarla. (...) Y esto puede ser una arma de doble filo: puede ser que en cualquier momento diga 'hasta aquí ya he disfrutado, me paro' o que me sienta tan agusto que llegue a meta habiendo disfrutado el total del recorrido".
Y ha sido la primera de las dos opciones. Las piernas me jugaron una mala pasada y la cabeza me dijo muy acertadamente que no hacía falta sufrir durante 18 horas más, que es lo que calculo que me quedaba.
El ambiente el sábado a las 04:30 a.m. en la plaza de Panticosa era extraño. Al tratarse de la primera edición de la prueba y siendo la hora que era, nos encontrábamos allí los que íbamos a tomar la salida, algunos familiares, gente de la organización y un grupo de jóvenes en estado de euforia no reprimida, probablemente debido a la ingesta de bebidas espirituosas servidas en el Pueyo de Jaca, población que se encontraba en fiestas y que está a un kilómetro de Panticosa. Nada que ver con las salidas de carreras más consolidadas o con carreras que salen a horas menos intempestivas. Nosotros a lo nuestro. Algunos selfies con Alex, Angel y Juan, música por los altavoces, palabras del speaker, 3...2...1... Go!
Los primeros kilómetros hasta la cabaña de Yenefrito fueron a buen ritmo. Andando, trotando, en fila india en los tramos estrechos y adelantando cuando había espacio y los de delante iban demasiado conservadores. Llegué al primer avituallamiento a las 06:20, cuarenta minutos antes de lo previsto. Iba bien, muy bien, aunque me notaba las piernas cansadas. "será cuestión de que terminen de calentarse", pensé.
A partir de ese punto empezaban las subidas y bajadas y el terreno se endureció. Y las piernas también. Lejos de relajarse, las notaba cada vez más duras. Y las rodillas empezaron también a quejarse. Nos adelantó Angel, y poco después le dije a Alex que ya le alcanzaría más adelante, que tirara. Yo a mi ritmo. En las bajadas notaba que tenía "fallos de precisión". Era como tener las piernas desajustadas y esto se traducía en que no las podía dirigir al punto exacto al que tenían que ir. Andando sobre los bloques de granito no pisaba con seguridad. Que raro...
Pasé por los siguientes puntos de control con una hora de margen sobre mi tiempo previsto. Iba bien de tiempo, y afronté la bajada hasta el Balneario con algo de miedo. Tenía por delante 1000 metros de desnivel negativo en un terreno bastante empinado. Bajé corriendo a un ritmo aceptable, pero las piernas iban a peor, y sobretodo las rodillas. No eran pinchazos, sino un dolor que las envolvía. Llegué al Balneario manteniendo la hora de margen, y me senté para descansar y comer algo. No veía claro si podría seguir. Me quedaba por delante: de entrada 1400 metros de desnivel positivo hasta la cima del Garmo Negro (3051 m), acto seguido 1080 de desnivel negativo hasta el refugio de Bachimaña y a partir de ese punto 20 km con sus 1500 D+ y 3000 D- hasta La Sarra, el siguiente punto en el que me podían recoger en coche si decidia no continuar. Para finalizar 25 km más con 1300 D+ y 1600 D- Unas 18 horas más.
Opté por probarme subiendo al Garmo Negro, y una vez en la cima decidir en función de como respondieran las piernas. Durante la subida vi que las rodillas iban a peor. Podía subir aunque lento. Pero no podía bajar sin notar dolor, un dolor que sería lógico afrontando la última parte de la carrera, pero no cuando llevaba 7 horas. Me senté a la sombra de un pino y me planteé que hacer. Escribí en el whatsapp de mi grupo de corredores Andandaeh que no tenía claro si seguir o retirarme. Enseguida recibí ánimos de todos y me animaron a ser fuerte, a continuar. Les hice caso pero a los 20 minutos volví a plantearme si tenía sentido seguir. Físicamente no estaba bien, podía continuar a un ritmo lento y probablemente terminar la carrera con varias horas más de lo previsto. Pero ¿y si me tenía que retirar más adelante, donde la evacuación no era posible? ¿Y si me fastidiaba la rodilla de verdad? ¿valía la pena seguir en esas circunstancias? Total, hasta ese punto había disfrutado y no me apetecía sufrir 20 horas más sólo por poder decir "¡he terminado!". Este año he finalizado ya un par de ultras y mi ego está más que satisfecho. Mandé otro whatsapp a Ana para decirle que no tenía claro si seguir, y preguntando si me podría ir a buscar al Balneario en caso de abandonar. Me respondió que cuando la cabeza se plantea esas dudas, lo mejor es parar. La llamé, y le dije que en una ultra la cabeza dice que te pares muchas veces, y también se supera la situación otras tantas. Pero en esta ocasión el problema era físico, y eso se arregla con ibuprofeno, similar, o no se arregla.
Si hubiera estado en el último tercio de la carrera habría seguido, pero con lo que me quedaba por delante decidí que era suficiente. Una retirada a tiempo es una victoria, al menos bajo esas circunstancias. Bajé lo que había subido del Garmo Negro cruzándome a corredores que iniciaban el ascenso a esas horas. ¡Lo que les quedaba a los pobres! Durante la bajada vi que había acertado. No iba nada bien y las rodillas mandaban señales inequívocas de que había que retirarse y tomarse una cerveza helada cuanto antes.
Al llegar al Balneario estaba Ana esperándome. Tambíen nos encontramos a Juan con "su Ana". Él se había retirado, directamente en el Balneario. Informé a la organización sobre mi decisión, nos tomamos la merecida cerveza y nos fuimos cada cual a su casa.
En ningún momento me he arrepentido de haberme retirado, ni siquiera el sábado por la tarde cuando fui a la meta a ver como llegaban los primeros, o el domingo por la mañana cuando fui a ver como llegaban los últimos. Pensaba que al verlos me pasaría por la cabeza aquello de "yo debería estar ahí, cruzando la meta". Nada más lejos de la realidad. Pensé "que bien hice en dejarlo en ese punto. El año que viene, si puedo repito".
Momento de la decisión: abandono
carga de hidratos la noche de antes, en Mesón Lavedan
con Alex antes de la salida
y también con Angel y Juan
un trocito de la carrera
primeras horas
Balneario de Panticosa.
Revisando los pies
penúltimo clasificado. Unas 32 horas.