XI GRAN TRAIL DE SOBRARBE, 70 km y 3200m D+

la_hansen
Carreras de montaña
09/05/2022

El Gran Trail de Sobrarbe de 2017 fue mi paso a la larga distancia (más allá de los 50 km). El recorrido de ese año, desde Aínsa hasta Bielsa, pasando por sitios preciosos como el Ibón de Plan, yo lo conocía en parte por el encuentro de corredores que se hizo en 2016. Fue una carrera que disfruté mucho y que marcó el inicio de carreras de mayor distancia.

En 2019 (tras convertirse en una prueba cada dos años) no pude ir porque tenía boda. Casi mejor: hubo tal ola de calor, que tuvieron que recortar recorrido. En 2021 no pudo ser (por la pandemia, claro), así que tenía muy claro que en 2022 volvería a esa ultra. Además, anunciaron cambio de recorrido: circular a la Peña Montañesa, un recorrido que ya es un viejo conocido y protagonista de ediciones anteriores, pero nuevo para mí.

Salieron las inscripciones y no lo dudé mucho. La fecha pasaba a ser el 9 de abril, lo que nos evitaba ola de calor (en principio). Resultó coincidir con otras carreras (despedida del trail de las Crestas del Bisonte en Cadrete), lo que con la vuelta de las carreras al calendario, era una tónica más que probable.

Comenzó el año, y el objetivo estaba a la vuelta de la esquina. A lo que me quise dar cuenta, había pasado mi cumpleaños (21 años en cada cacha, que se dice pronto) y se aproximaba la prueba. Como la recogida de dorsales era el viernes por la tarde, opté por buscar alojamiento en Aínsa y así poder descansar.

En la recogida de dorsales me topé con gente conocida, como Víctor de Trail Running Zaragoza. La sorpresa mayúscula fue cuando escuché “Hansen” y al volverme me encontré con Óscar Díez. Óscar fue nuestro maestro de ceremonias hace ya unos cuantos años en las jornadas de “Pastor por un día” organizadas por Ambar Green. Por aquel entonces yo aún estaba estudiando la carrera, no corría ni detrás del bus; fui con Raúl y otro grupete de personas, e hice una aparición estelar en la televisión intentando agarrar de la pata a una pobre oveja. Óscar, que vive en Aínsa, nos enseñó el ecomuseo, nos llevó al pueblo abandonado de Revilla y a divisar Quebrantahuesos. Fue una sorpresa de las bonitas, de las que te alegran el día.

Ya por fin me fui al hotel a dormir, yo creo que a las 10 y media de la noche ya estaba completamente seca. Dormí muy bien, y sobre las 6 me desperté, ya que salíamos a las 7 (aunque yo estaba muy cerca de la salida). Fui con la bolsa de Quique Toledo (no pudo recoger su dorsal) y acudí a la salida, donde ya estaban casi todos los corredores apiñados. También estaba Marquitos. Caras conocidas, David y Joaquín de Kalandracas, Corredores del Ebro... Por ahí vi a Luis Alberto, iba con Myrvete, me sonaba su cara, fue la ganadora de la Ultra de Guara Somontano, una kosovar que concedió una entrevista muy chula. Me la quedé mirando de arriba abajo y no me atreví a decir nada. Iba vestida de Dynafit, reconocía todas las prendas (creo que soy la fan más acérrima de esa marca, digamos que les patrocino, jajajaja), pero me corté y al final no le dije nada.

Me fui ya para la salida, estrenaba el reloj Garmin que me había regalado Raúl, llevaba el track cargado, ya que la carrera discurría por senderos señalizados como GR pero no venía marcada por la organización (salvo en puntos muy concretos para evitar error). Total que Quique y yo nos íbamos a hacer una foto, y ya no hubo tiempo. Yo llevaba puesto el frontal, pero el día clareaba ya y no era necesario. Vamos, que no sé por qué me lo puse.

Dieron la salida, y arrancamos como si no hubiera un mañana. Hacía fresco, pero era llevadero. En seguida entré en calor. Primer km a lo loco, Quique y yo pasamos junto a Clara y Sergio Lanuza, los saludamos. Quique iba a tope. Seguimos correteando, enseguida abandonamos el pueblo y nos adentramos en los senderos. No había pendiente e invitaba a correr. Enseguida lo perdí de vista, iba muy fuerte. El reloj me zumbaba en los giros, toda una experiencia después de tantos años con el cutre mapa del Suunto Ambit 3 Run.

El primer avituallamiento era el de Los Molinos, a los 8 km más o menos. Recargué botellines (estaba bebiendo bastante) y seguí la marcha. Había pasado algo más de una hora y el siguiente avituallamiento estaba a unos 8 km. Ya pintaba que nos iba a hacer calor. Seguí correteando hasta alcanzar el segundo avituallamiento en San Juan de Toledo (a las 2 horas 26 minutos). Cuando llegaba, un chaval me dijo “vas tercera”. Pensé que era broma, no me había dado la sensación de haber adelantado a más chicas... En el avituallamiento, vi a Martin Scofield, hacía que no lo veía hace tiempo, en el último Gran Trail Aneto – Posets no pudo estar por el covid de uno de sus hijos. En el avituallamiento comí algo, y recargué bien de agua, porque nos tocaba la subida al collado Cullivert, una de las subidas fuertes del recorrido, y el sol no daba tregua. Pues para adelante.

Dentro del recorrido al collado, tuvimos un  buen tramo entre árboles, que venían fenomenal para resguardarnos del calor. En el camino entablé conversación con un corredor del 7:45, que resultó ser Lucas (amigo de Santi y David, con los que fui al a maratón del Ogro en Autol), al que nombramos en el viaje porque iba a ir a esa maratón también (y no pudo por ir a la maratón de Sevilla). De hecho, hablando, nos liamos y perdimos el sendero. Volvimos a la senda y seguimos subiendo. La subida empezó a notarse, aunque era llevadera. Por delante veía a Scofield. A mitad de collado había unos voluntarios, entre ellos estaba Óscar Díaz, me dijo que en nada se ponía a subir y que me alcanzaría en la bajada.

Por fin alcanzamos lo alto del collado, poco antes de dos horas después de haber dejado San Juan de Toledo. En la cumbre, unos voluntarios nos hicieron fotos. Aprovechamos a tomar aliento y comenzamos el descenso al siguiente avituallamiento en el km 24. En la bajada, me pilló Óscar, que había ido a toda pastilla en la subida. La bajada no era técnica, era en medio de los árboles y se me hizo llevadera. Enseguida alcanzamos una explanada donde estaba el avituallamiento.

Como la siguiente parada no era hasta el km 40, recargué bien de todo y aproveché a comer algo diferente a las barritas que llevaba. Probé unos purés de fruta y parece que cayeron bien. No me entretuve demasiado, y seguí bajando. Este tramo era el más pistero y sencillo de todos. Una pista amplia, en descenso, que invitaba a correr. Yo estrenaba las Adidas Terrex Two boa (no es lo más adecuado en carrera, pero al ser este terreno, pues no me pareció un riesgo muy grande), y al ser menos duras que las Salewa que gasté el año pasado (y que aún no he tirado), me permitían trotar bien. En la bajada frenética, me topé de nuevo con Scofield, que aprovechó a grabar con la GoPro. Corriendo, íbamos hablando de carreras pasadas, presentes y futuras. Un gran tío. Iba con amigos, más adelante nos cruzamos con Buri y Luis de Trail Running Zaragoza, y Patxi Robles, que se convertiría en compañía habitual en carrera.

Al final se me fueron para adelante, y acabé compartiendo el último tramo de este trozo con Lucas. El GPS se me perdía un poco en la zona más encañonada. Hacía calor, pero tras un rato que parecía interminable, alcanzamos el avituallamiento en Badaín, km 40 aproximadamente, después de 6 horas y 12 minutos de carrera.

Un señor sentado al sol me dijo que era la tercera. Y le pregunté si estaba seguro, y me dijo que sí, que llevaba sentado ahí todo el día. ¡Qué presión! Me lo había tomado un poco a chufa, pero como que entonces era inevitable que mirara por el retrovisor, esperando de manera inminente a la cuarta chica. Aproveché a comer sándwich de nocilla, a darme un poco de solar, recargar botellines y coger un poco de aliento. En el avituallamiento estaban todos, Martin, Buri, etc.

Salí hacia Ceresa, tocaba la última subida, la hacíamos en dos tramos. Ceresa estaba en el km 46, en hora y cuarto estaba ahí. Prácticamente ni paré, llevaba de todo. Creo que por fin en ese momento saqué los bastones para afrontar la última subida fuerte de la carrera hasta el collado de Ceresa.

En este tramo íbamos con la gasolina justa, cada uno a su aire. Había perdido de vista a Martin, que estaba por detrás, y yo iba a la par de un amigo suyo. Me daba conversación, pero yo estaba un poco sin habla y mira que me gusta cascar. Me comí una barrita a medias, se notaba el esfuerzo. La subida picaba en las patas, y el calor a esa hora no ayudaba (pasado mediodía). Aunque el sol pegaba fuerte, los árboles nos hacían un favor. Había mucha procesionaria del pino, intenté esquivar los acúmulos en el suelo. Sube que te sube, alcanzamos lo alto del collado, km 51, 8 horas y media en carrera.

Volví a recargar botellines. Sólo quedaba bajar, y aún quedaba pasar por algún avituallamiento más. Patxi me pasó en la bajada. Yo tenía que mear y no veía dónde. En menos de una hora llegué a Oncins (km 58). Quedaban poco más de 10 km a meta. Estaba superando mis propias expectativas. El sol me daba de pleno, ya las piernas fallaban un poco en el sendero de bajada, bastante seco. Camino de El Pueyo de Aragüás, pasamos por otro pueblo donde la gente animaba en la calle. Pequeña subida y ya estábamos en El Pueyo, km 65, llevaba 10 horas 52 minutos de carrera. Ahí no recargué botellines, comí unas gominolas y no me entretuve demasiado. Una vez que dejaba el pueblo, un par de corredores me corroboraron por enésima que iba tercera, que incluso habían coincidido un rato con la segunda chica y que había tenido que caminar bastante. “Pues a ver si va a ser verdad y estoy haciendo el canelo”, les dije, y me puse a correr, que además ya era todo pista hasta el final, pero costaba, costaba. Uno de esos corredores tenía hernia de hiato y el estómago le estaba dando la lata...

A ver, no es que me saliera un ritmo frenético, ni mucho menos, pero me puse a correr con ganas de acabar los 5 km que me quedaban por delante. Que aunque se anunciaba que el recorrido tenía casi 75 km, pintaba que iban a salir unos 70. Eso sí, el desnivel de 3000 anunciado me salió un poco más, 3200m. Así que sin dejar de correr, me fui aproximando a meta y por fin la crucé tras casi 11 horas y media de carrera (un pelín menos).

A mi paso, me animaban caras conocidas, y el speaker, Chito, me recibió con todos los honores, hasta me hizo unas cuantas preguntas que a quién le dedicaba la carrera, y eso que me moría de la vergüenza (y sí que casco mucho, pero los micros me dan corte). Pues a la madre que me parió, ni más ni menos. Y ahí estaba en meta Ángel de los Beer Runners, había corrido la de 30 km, me dio un abrazote y me ayudó con la mochila. En meta estaba Sergio Lanuza, se había retirado pero se había arreado buen entreno, estaban esperando a Clara. Le comenté que mi siguiente carrera era la Nafarroa Xtrem, la cual hicieron muchos de ellos en 2019.

La ganadora había sido Myrvete, que nos había barrido, y la segunda había entrado un poco menos de media hora antes que yo. Así que, aunque llevábamos GPS de la organización, había estado fallando, y como no se hacían a la idea de cuándo iba a llegar a meta, ya habían hecho la entrega de trofeos, y tuve que subir al podio en solitario. Lo que me hubiera gustado compartirlo con Myrvete... Podio por partida doble, era tercera de la general femenina y segunda de veteranas A (éramos poquitas, eso es cierto, y había que terminar la carrera, eso también es cierto). Además de dos trofeos, me llevé un lote de productos isotónicos. Un poco más tarde entraron Jose Luis y Buri, Lucas, luego Martin Scofield, y ya perdí la cuenta, ya que me retiré a comer algo en el avituallamiento final (luego supe que David de Kalandracas había terminado también, pero su compañero se tuvo que retirar). Me senté con Ángel y estuvimos un rato hablando, en mi caso recuperando un poco, antes de volver a Zaragoza. Como parara mucho, no iba a poder ni menearme. Por cierto, mis compis de club, Marquitos y Quique, se habían marcado unos carrerones de aúpa. A Quique lo había tenido casi todo el rato a media hora de distancia, fue inalcanzable. Me quedé sin ver a un montón de amigos que corrían la distancia de 30, como Luci, ya que ellos terminaban mucho antes.

Y ya me fui para el coche y para casa, donde como era de esperar, no tardé mucho en caer rendida.

Conclusiones y reflexiones... Siempre surgen después de estar varias horas por el momento, y en este caso no iba a ser menos.

La ultra de Sobrarbe es una de las carreras compactas y asequibles, por así decirlo. Es una buena carrera para iniciarse en las ultras, más allá de los 50 km, y poner a prueba el cuerpo. No te obliga a pasar noches en vela, y haces gran parte del recorrido de día. Este tipo de carreras son algo exigentes en los cortes (obligan a correr), pero ésta en concreto tiene un terreno que en mi caso me resulta muy cómodo. No es nada técnico, lo cual, con lo torpe que soy, me favorece. Me había sentido cómoda, a gusto. Los km habían fluido y tanto cuerpo como mente habían ido a la par. Vamos, que me había salido una carrera que ni yo me creía, al margen de la posición en la tabla, algo meramente circunstancial (depende de los inscritos, obviamente). Lo cual no quita para que te dé una tremenda alegría. Particularmente, y a pesar de los tramos de pista, me había gustado el recorrido, aunque es cierto que el recorrido lineal que hice en 2017 es muy espectacular (pasar por el ibón de Plan, por Plan, por la Cruz de Guardia, y acabar en Bielsa, no se hace todos los días).

En el coche volvía cansada, pero volvía feliz. Feliz de poder disfrutar del monte, de haber compartido momentos con amigos a los que hacía tiempo que no veía (y eso que no vi a muchos que corrían la carrera de 30 km). Feliz porque por unas horas, el mundo se concentraba en un reducto en el que no hay cabida para nada malo. Tuve agujetas, era inevitable, y la espalda se me había cargada, pero eran dolores de los que duelen menos, porque lo haces porque quieres, porque te corre por el cuerpo, y porque te echas a la mochila de atrás otra experiencia de las que te llenan y aportan.

Echaba de menos este bullicio, creo que desde antes de la pandemia, no veía un ambiente al 100% que me recordara a los tiempos pre – covid, porque siempre ha habido un algo que ha hecho que la experiencia fuera a medio gas. Por eso agradezco a la organización el sacar adelante esta bonita prueba, a los voluntarios su enorme entereza aguantando en los avituallamientos, a mis azulillos el continuo seguimiento, y cómo no, a mi padre, que no puede evitar ir mirando los seguimientos en tempo finito, y que luego me comenta siempre en los tramos en los que he remontado o aflojado.

Por más experiencias como ésta (próxima parada, Nafarroa Xtrem).

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