A la Prades Epic Trail me apunté prácticamente a la vez que la Ultra de Montsant. Sin embargo, aquí me surgieron “dudas”, ya que había dos distancias grandes, la 50k y la 100k.
A la Prades Epic Trail me apunté prácticamente a la vez que la Ultra de Montsant. Sin embargo, aquí me surgieron “dudas”, ya que había dos distancias grandes, la 50k y la 100k.
Cuando me apunté a UTMB, no me apunté a más carreras más allá de la misma.
Cuando hace un año abandoné en
La idea de hacer la Bucardada surgió justo después del confinamiento de marzo. Ante un año sin (apenas) carreras, se lanzaron al aire muchos retos para hacer por nuestra cuenta, una vez que no hubo restricciones al deporte.
A la maratón de Canfranc no llevaba idea de apuntarme, que conste en acta. Pero después del abandono en el Aneto, se me metió en el coco la idea de un cierre de temporada majete.
Un año más me dispuse a participar en la Subidaa Peña Oroel. Me decidí a última hora. No me encontraba demasiado fino, y sinceramente no me atraía participar sin ninguna motivación de tiempo.
Vaya por delante (como diría Jordi el de mi club) que no esperaba repetir esta ultra tan pronto. “Repetirás”, me decía el año pasado por estas fechas Óscar el andarín. “Esta ultra es de las que se repite”.
Ya no queda nada, eso es lo que no para de rondarme por la cabeza éstos últimos días desde que el domingo crucé la meta de la Carrera de montaña de Mularroya.
Vaya por delante que esta tampoco formaba parte de mi calendario del 2014. Pero aprovechando que ese fin de semana nos íbamos a quedar en Zaragoza, que se habían apuntado nueve o diez del club, y que el Pisuerga pasa por Valladolid... me inscribí. ¡Y que bien hice!
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